El diario plural del Zulia

Sara: madre, periodista y psicopedagoga perseverante

Los niños con necesidades especiales fueron su debilidad desde joven. A sus 54 años, Sara Cuesta está a punto de convertirse en periodista, luego de una larga vida de logros y metas cumplidas, siente que aún le falta más por conseguir.

La vitalidad que corre por el cuerpo de Sara Cuesta, mueve hasta la roca más pesada. A sus 54 años de edad, cada día que se levanta de su cama, lo hace con el objetivo de emprender y alcanzar todas las metas que de alguna manera, en sus años de juventud postergó.

Desde sus 18 años comenzó a ejercer la psicopedagogía, colaborar con una sociedad inclusiva para las personas con necesidades especiales, fue lo que la impulsó a involucrarse en este entorno.

“Para mí ellos son tan normales como cualquiera que va por la calle, por eso busco que los traten de forma igualitaria”, comentó “Sarita”, como la llaman quienes la conocen y con especial cariño la admiran.

En 1979 se erradicó en la ciudad de Caracas, donde comenzó una carrera como técnico superior en Di cultades de Aprendizaje y Retardo Mental –término que anteriormente se utilizaba para referirse las personas con necesidades especiales–, en el Instituto Universitario Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales (Avepane).

Posteriormente ingresó a la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), para obtener su licenciatura. Una vez que comenzó a trabajar con personas con discapacidad intelectual se entregó por completo a su labor.

Sara recuerda con especial cariño uno de sus primeros trabajos en el área, “trabajé con un grupo de psiquiatras y básicamente lo que hacía era ayudar a los pacientes cuando tenían un cuadro de depresión o problemas emocionales. Los llevaba al cine, a pasear y los escuchaba para que drenaran conmigo sus frustraciones”, relató.

Al culminar su etapa de formación profesional no dudó en independizarse y abrió su propio consultorio, “eran otros tiempos y se podía. Mi propio consultorio fue una meta a corto plazo y la conseguí, ayudé a muchos niños aunque fue por un período muy corto”. Volvió a Maracaibo en 1984 e inmediatamente obtuvo un cargo en el Ministerio de Educación.

Comenzó a ejercer en la Escuela Básica Nacional Bolivariana Monseñor Godoy, con niños con dificultades de aprendizaje. Paralelamente trabajó en clínicas y consultorios privados, para abarcar de manera más amplia la psicopedagogía.

“Sarita” transmitió a los niños, ni-ñas y adolescentes con necesidades especiales con los que trabajó, el espíritu aventurero, que la acompañó desde muy joven, siempre convencida de que podían lograr los mismos objetivos que otros, a pesar de cualquier limitación que pudieran tener.

Sara actualmente trabaja con Funparm, una fundación destinada a la inclusión laborar de jóvenes con discapacidad intelectual en Maracaibo, para quienes ha realizado varios proyectos, y donde pretende desarrollar su tesis de grado para la carrera de comunicación social.

El Instituto de Educación del Zulia, la acogió en 1986 y desde entonces trabajó incansablemente cada día por cientos de niños y adolescentes con discapacidad intelectual. Más tarde se unió al equipo que decidió conformar Fundación de Padres y Amigos de Adolescentes y Adultos con Retardo Mental (Discapacidad intelectual) (Funparm), con quienes hasta el día de hoy comparte gran parte de su tiempo.

Pasión deportiva

Sara también se interesó por el deporte, por lo que en 1984 conformó un equipo de pequeñas ligas de beisbol al que llamó Amigos de Sara, para el que gestionó implementos, uniformes, campeonatos y más, con las clasi caciones de Pitoquito, Pre-infantil e Infantil.

Actualmente conforma otro equipo del mismo deporte, pero con niños con necesidades especiales, que esperan el momento de poder competir, pues a nivel nacional no hay otro equipo con el que puedan hacerlo.

“Captar a los niños mientras juegan en el campo es gratificante y solo se describe a través de una fotografía”, afirmó.

Amor por el periodismo

La psicopedagogía no es el único interés que Sara desarrolló desde su juventud. Durante su transición por la universidad y su labor, una cámara fotográfica siempre la acompañó.

“Me encanta capturar los momentos importantes, la sonrisa de mis niños, el amor por mi carrera y las personas que me rodean”.

Atesora miles de fotografías, de Venezuela durante sus diversos viajes por cada estado y otras partes del mundo que tuvo la fortuna de conocer. El periodismo también llegó a su vida, pero justo al mismo tiempo que otro sueño que no quiso postergar, ser madre.

Cuando cursaba su carrera como comunicadora social, en La Universidad del Zulia, sintió que le había llegado la hora de sembrar raíces. Se casó y a sus 34 años tuvo a su primera hija, María Carolina, quien hoy tiene 20 años de edad y el mismo espíritu aventurero de su madre.

De cierta manera pausó su trabajo y se dedicó a su familia, a inculcar valores en su hija y enseñarse que podía lograr todo aquello que se propusiera, tal y como ella ha logrado hacerlo. Quedaron pendiente muchas metas, aprender un idioma nuevo, aprender a tocar un instrumento y ser periodista.

Luego de haber encaminado a su hija y de jubilarse como psicopedagoga, llegó el día en el que Sarita dijo “ahora si voy a ser periodista”, y optó por su reincorporación en la carrera, con 52 años a cuestas.

“No ha sido fácil moverme en medio de jóvenes que quizás no entienden por qué una mujer a esta edad quiere estudiar comunicación social, pero eso no fue impedimento”, subrayó Sara.

Cuando congeló le faltaban 12 materias, al regresar el número ascendió a 21, pues los cambios por los que atravesó la universidad durante ese período fueron varios, incluyendo el pensum.

Con firrmeza asegura que hoy solo le falta la tesis para graduarse y sueña con ejercer en algún periódico de renombre, donde valoren más que sus años, su empuje y su talento.

El equipo de Versión Final tuvo el agrado de compartir con Sara durante su período de pasantías, en el área de fotografía. Siempre alegre y dispuesta a “patear la calle”, junto a los periodistas y fotógrafos de este rotativo.

Los sueños de Sarita no se acaban, pues asegura que sus 54 años no le pesan, al contrario continúa fuerte y atenta a todas las oportunidades que la vida pueda seguirle ofreciendo.

Una vida puesta al servicio de los niños y jóvenes con necesidades especiales, de su hija, sus sueños, y objetivos que hacen de Sara Cuesta una luchadora incansable.

“Una persona sin aspiraciones no es nada. Lo esencial de la vida es ayudar a quien tienes al lado y sonreír para sacar lo mejor de cada persona”, concluyó Sarita.

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