El diario plural del Zulia

Presentamos la historia de Alberto Alvarado, el “pintor” que exhibe obras en paredes del Psiquiátrico

El sexagenario tiene más de seis años viviendo en el sitio. No ha recibido ayuda gubernamental y subsiste por ayuda de los transeúntes

Alberto Alvarado habita en su inestable refugio hecho con maderas sacadas de la basura, amarradas con cabuyas y un techo de plástico.  La única pared de concreto que sostiene su “construcción”, no le pertenece.

El hombre dice ser escultor y pintor. Habita en su propia “obra” en el sector Don Bosco, detrás del Hospital Psiquiátrico de Maracaibo, sin familiares, rodeados de cachivaches, revistas y libros, y en compañía de gatos callejeros.

 

 

No recuerda su edad exacta, titubea al llegar a los 60 y luego añade otros siete años. Su pelo  y barba blanca nos aproximan a su edad. Tampoco sabe cuánto tiempo lleva viviendo en la zona. Transeúntes presumen que reside allí desde hace más de diez años.

Todo esto era basura y relleno, hasta que lo invadí. Hallé animales muertos. Todos se han mudado, por acá solo viven inquilinos porque los verdaderos dueños han fallecido, hay propiedades de la época de antes”, contó.

Pese a que varios medios de comunicación y blogs han reseñado su historia, no ha recibido ayuda social por parte de algún organismo del Estado. En lo que muchos considerarían un desorden, él encuentra paz.  “Alberto, aquí Houston en el mar de la tranquilidad”, exhibe un cartel en su tarantín al lado de un afiche del expresidente Rafael Caldera.

 

 

A falta de lienzos, decidió hacer suyas las paredes del centro mental para pintar sus dibujos religiosos con carboncillos: Jesucristo y los ángeles lo acompañan a través de sus esbozos. Su deseo es pintar “unos cuadritos antes de quedar ciego”. Según cuenta, los trabajos de soldadura que realizó tiempo atrás afectaron su visión.

Trabajé un tiempo con la soldadura y eso me daño la vista. Para leer me cuesta mucho, no veo las letras pequeñas”, dijo Alberto al tiempo que aseguró que disfruta mucho la lectura.

 

 

El sexagenario relata que vendió empanadas, laboró en una carnicería,  estuvo en la Marina y estudió Música en Barquisimeto, donde tiene familia al igual que en Valencia y Caracas. Aseguró que conoció La Guaira, Carúpano y la capital del país, “he recorrido Venezuela”.

Aquí nadie se mete conmigo. Como, a veces, cuando me traen o cocino en leña. Tenemos problemas con el agua y la luz, por eso los negocios están quebrando”.

 

 

Alberto es conversador y tranquilo, aunque quienes se le acercan temen de sus posibles respuestas agresivas. En su morada se resguarda de la lluvia y del sol, en ningún momento se quejó de las precariedades bajo las que reside.

Con un “feliz tarde, hasta luego”, se despidió el equipo reporteril de Versión Final. A lo que Alberto respondió: “que le vaya bien”, en un tono sereno.

 

 

 

 

 

 

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