Padres ya no compran desayunos escolares
Pan con queso es, ocasionalmente, el desayuno de los hijos de Luis Benítez, comerciante de profesión y padre de dos niños: uno, estudiante de primer grado; el otro, de segundo.
En el hogar de Luis se prepara la comida en la casa. La familia de cuatro integrantes cuenta con dos sueldos mínimos -el de Benítez y su esposa- para enfrentar los gastos escolares.
A pesar de que los pequeños de Luis Benítez estudian en un colegio público del municipio San Francisco, en útiles como hojas, foami, carpetas, entre otros gastos, invierte 15 mil bolívares semanales.
Ivón Fuenmayor tiene hijos de 22 y 24 años. Durante su tiempo escolar, ellos compraban en la cantina de su colegio.
Ivón antes no se preocupaba por hacer desayuno. Ahora tiene otro hijo de 12 años, Andrés Barrios; quien estudia primer año en la Unidad Educativa San Judas Tadeo. La inversión en el colegio es grande: la mensualidad vale 50 mil bolívares.
“Antes quedaba dinero y uno se daba el lujo de comprar pastelitos o hamburguesas. Ahora comprarle a mi hijo una caja de su cereal favorito es un regalo”, manifiesta.
Con esta problemática, la salud y la dieta balanceada de los menores también se ve perjudicada. Un litro de leche ronda los cinco mil bolívares y una caja de cereal más de seis mil bolívares. Este desayuno quedó en el olvido para varias familias de la ciudad.
A tres cuadras del liceo George Washington queda un restaurante que además funge como venta de empanadas, las cuales valen 600 bolívares cada una.
Jelselyn Leal, una de las trabajadoras del lugar, indica que ha notado que los padres no llegan en sus vehículos a comprar desayuno, como hace varios meses sucedía.
Leal asegura que en el establecimiento procuran no aumentar más de lo necesario, pues la idea no es perder clientes.
“Pero si aumentan los condimentos que compramos, los precios de cada pieza deben subir”, sostiene.
Los principales compradores de Jelselyn son trabajadores que llegan al lugar luego de las 5:00 de la tarde. Incluso a mediodía, como almuerzo. Durante las horas previas las ventas son menores.
Distinto a otrora
Además del “George Washington”, una fundación se encuentra cerca de la tienda. Pero, según Jelselyn, son muy pocos los estudiantes que le compran.
“Como un 50% ha disminuido la compra por parte de los escolares”, asegura.
Para aumentar las ventas, Duglas Ferrer compra 30 tequeños grandes y los corta a la mitad para obtener 60. Cada uno lo vende en 250 bolívares. Aún así, considera que las ventas a padres o estudiantes ha bajado casi en 80%.
Hace 55 años, él tenía sólo siete años de edad. Su madre le daba un bolívar, que le alcanzaba para comer y comprar un refresco.
“Y hasta hace poco los representantes seguían teniendo solvencia para darle dinero a sus hijos o comprarles el desayuno por fuera”, comenta.
El jubilado detalla que, en ocasiones, llegan carros a su puesto con dos o tres niños abordo y pueden comprar siete piezas o menos, pues cuatro ya suman mil bolívares.
Unas cuadras más adelante, Ender Montilla vende tequeños a 400 bolívares en su casa, ubicada en la acalle 89-D, en el sector Belloso. Vendía un vaso de avena y fororo a mil bolívares. Pero ayer no tenía leche con qué preparar estas bebidas.
“Antes las personas llegaban y me compraban 20 piezas; ahora siete, cuando mucho”.
Hiverth Médez tiene cuatro hijos. Uno de 20, otro de 16, uno de 12 y el más pequeño de un año. El menor de ellos aún no está en preescolar.
“Pero recuerdo que antes sí se les podía dar dinero para que fueran a la cantina. Ahora sería más difícil pensar en eso”, asevera.
En un puesto de comida rápida de La Limpia especifica que las ventas a escolares han bajado un 60%. En el local además se vende pan dulce a 180 bolívares y a 160 el salado. Los cachitos valen mil y medio litro de chicha 1.400.
María Alejandra Fuenmayor, una de las encargadas, asegura que a veces los pastelitos se venden porque “los niños también se aburren de comer sólo pan”.
Fuenmayor ha atendido a personas que buscan no gastar más de 1.500 bolívares, pues es el fondo con el que cuentan en sus tarjetas. Comenta que son muchos los padres que optan por comprar pan en lugar de empanadas.
Añade que lo negativo de comprar pan es que hay que invertir en el relleno, es decir, jamón o al menos queso; razón por la que algunos padres compran pan dulce, sin más.
“Ahora todo se va en comida. Es difícil darle dinero a los niños para que compren en la cantina”, expresa Luis Benítez.