Niños recogen leña para que su madre cocine

No van a la escuela. Mientras otros niños asisten a clases, Jorángelys y Gregorio Rangel Montiel, de 7 y 10 años respectivamente, recogen ramas de madera para que su madre encienda el fogón en una sencilla casa de bloques y pueda preparar la comida para el resto de los seis hermanos.
Todos los días, en un extenso terreno lleno de monte, ubicado en el barrio El Museo, los infantes caminan unos 50 metros desde su casa para colectar también botellas de plástico, que puedan vender sus padres. Los compradores pagan 300 bolívares por cada kilo.
El instrumento para transportar la pequeña carga es un camión hecho con cajas plásticas azules y rojas. Pero se arriesgan al utilizar un segundo implemento: un machete. El pequeño Gregorio lo usa con mucho cuidado, ya tiene más de dos meses haciéndolo.
Luego de que delincuentes hurtaran parte del mobiliario de la familia, los Rangel Montiel dejaron la humilde residencia que cuidaban en el barrio El Gaitero. Los malhechores se llevaron, hace ya seis meses, dos abanicos y la cocina. Estos equipos eran prestados. Ahora no tienen ninguno.
La madre de familia tiene cinco meses de gestación. Dentro de poco tiempo serán siete niños más dos adultos viviendo en un hogar cuyo techo es de zinc y tiene algunos agujeros que dan paso al agua de lluvia.
Desean estudiar
La mayor de los niños tiene 12 años. Ocasionalmente, se encarga de cocinar cuando su madre no puede hacerlo. La mañana del miércoles ya había preparado las arepas para sus hermanos menores.
Lucila Vélez es vecina de la familia. Relata que los Rangel Montiel llegaron a la zona hace tres meses. Desde entonces, ayudó a la señora Ana Karina Montiel, la madre de los niños, a conseguirles cupo en un plantel público que se ubica muy cerca de la casa: el colegio Ramiro Nava.
“Pero el problema es que para poder estudiar necesitan útiles escolares, uniformes y calzados”, dice Ana Montiel.
La madre solicita la ayuda de cualquier organismo de Gobierno, institución, fundación o persona particular que se encuentre en la posibilidad de prestarle apoyo.
Entre dos habitaciones
La morada familiar consta de dos espacios: uno que funciona como recibidor (donde debería encontrarse la nevera y la cocina) y otro que es el cuarto donde todos duermen.
Las únicas dos camas son de bloques y madera. Una delgada colchoneta soporta a los niños y a la madre, y el padre y otro de los niños duermen en dos chinchorros.
El único equipo para acondicionar el restringido espacio es un ventilador pequeño. Cuando el sol se encuentra en su punto más alto, aumenta la temperatura de la casa hecha de bloques de cemento; los mismos que fabrica Néstor Rangel para el sustento de su familia.
Aspiración de prosperar
Rangel manifiesta que tiene como meta crear su propia bloquera, donde pueda almacenar los bloques que elabora y, a futuro, tener personal a su cargo que lo apoye en el trabajo que a diario realiza.
La situación económica que enfrenta el país hace que su sueño se vuelva un hecho cuesta arriba, “difícil” de alcanzar. Con tal de mejorar las condiciones de vida de la familia, el padre de los menores está dispuesto a aceptar ayudas y otro trabajo.
Los padres esperan que sus hijos logren ingresar a la escuela, para que cuando sean mayores, cuenten con estudios que les permitan salir adelante.