Las apuestas aumentan en época de crisis y “Mundial”
La industria de la suerte se mueve al ritmo de los años. Se burla del tiempo por lo “adictivo” que puede llegar a convertirse y el riesgo es su mayor fuerte. Con el Mundial de Fútbol Rusia 2018 se desata un fenómeno entre los apostadores fanáticos de sus selecciones y los ludópatas que tienen una razón más para ser parte de esta “fiebre”.
William Caridad, habitante de Maracaibo, conoce de cerca el mundo de las apuestas. Asegura que desde hace 10 años ha dejado su dinero en manos de un número de lotería, con la ilusión de que la suerte esté de su lado. Sin embargo, esa modalidad se transforma a partir de la inducción del parlay, una palabra familiar en Las Vegas (Nevada, EE. UU.) que trata sobre una apuesta combinada entre dos o más selecciones deportivas.
Pese a que Caridad es un apostador constante de los equipos de las Grandes Ligas, la Copa Mundial de la FIFA es un evento que seguirá con atención para retar su suerte.
Juegos en línea
En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículo 179, se establecen las competencias de los municipios para recibir ingresos por “juegos y apuestas lícitas”, entre otras prácticas que generen entradas tributarias; una normativa que se desarrolla con más detenimiento en la Ley Orgánica del Poder Público Municipal. Ambas reflejan el marco legal al que debe apegarse cada negocio, pero los tentáculos de los juegos de azar suelen ir más allá de esa estructura.
Los casinos que todavía quedan en el país y los juegos de azar se rigen por la Gaceta Oficial 36.254, del año 1997, denominada Ley para el Control de los Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles.
A su vez, el ente que vela por su cumplimiento es la Comisión Nacional de Casinos (CNC), que en su último reporte periodístico informó sobre el decomiso de 47 máquinas traganíqueles en Caracas por carecer de permisos.
Pese a una normativa vigente y una institución que la avala, cientos de negocios clandestinos de la ciudad, más un Internet con licencia ilimitada, resultan clave en la permanencia y revitalización de estos juegos lucrativos; una mezcla entre lo ilícito (que reta a la decisión del Gobierno nacional de cesar la importación de dichas máquinas y el retiro de las que existían en los casinos de Maracaibo) y un vacío reglamentario en la plataforma on-line. En la nueva modalidad de la industria del azar, el segundo planteamiento es el protagonista de esta investigación.
En los principales portales de parlay, un cronómetro avisa cuánto falta para escuchar el primer pitazo del Mundial, Zabivaka, la mascota de esta Copa, se ve por todas partes mientras la cara de algunos jugadores latinoamericanos y europeos son el gancho para invitar al público a arriesgar su dinero.
La experiencia baja los argumentos teóricos, y eso lo sabe Danny Urdaneta, maracucho residenciado en Margarita, estado Nueva Esparta. Él está dentro del negocio, es banquero (quien recibe las apuestas) y un fiel apostador en una plataforma web que conecta a cientos de usuarios de distintas partes del mundo para “jugar” partidos deportivos a través de una pantalla.
“En tiempo de crisis, la gente juega (...) Este negocio siempre va en aumento”, asevera. También declara que, aunque el fútbol es el “deporte rey”, el béisbol tendrá una ventaja sobre el balompié, pues “mientras Arabia Saudita se enfrenta contra Rusia, hay 15 partidos de béisbol disputándose”… y con personas apostándoles.
Para la socióloga Maira Montilva, investigadora del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Universidad del Zulia, desde la sociedad moderna, el ser humano dejó de creer en lo mágico y en los milagros, pues asumió que “Dios dejó de estar en el mundo”.
También nota que las personas practican una fe más alternativa, ya que ahora consultan los horóscopos en sus diferentes formatos y creen en rituales como el Feng Shui. Esto a consecuencia, según ella, del deseo del hombre de superarse económicamente en un mundo tan complejo.
Desde su óptica, los juegos de azar son una manera de salir de la rutina y son capaces de llegar a todos los estratos sociales y sin ninguna distinción racial, de sexo o edad. “Yo apuesto al fútbol y al béisbol (…), lo hago los sábados y domingos; entresemana de dos a tres días”, señala Kerlsy Villalobos, trabajadora de una empresa de seguridad de la ciudad.
Desde el 2008, juega parlay en centros de apuestas cerca de La Trinidad, Delicias Norte y en una página web. Sus apuestas van de los 30 mil a 50 mil bolívares, dependiendo de la cantidad de juegos apostados “para ver mejores ganancias”. Admite que ha ganado hasta ocho millones y perdido hasta tres millones de bolívares.
“A mí antes me encantaba ir a los casinos; cuando los cerraron, empecé con los parlay. Me entretiene ver un juego con la emoción de estar ligando para que ganen los equipos que jugué (…) Siento como adrenalina (...) Y a pesar de que la crisis actual no permite estar gastando tanto dinero, apuesto así sea poco”, confiesa Villalobos, quien ya hizo una quiniela sobre “el Mundial” para empezar a jugar. “Toda la vida le he ido a Italia, pero como no clasificó y soy fanática de Cristiano Ronaldo, esta vez le iré a Portugal”. Espera ver si el 15 de julio su intuición no le falla.
Montilva explica que los nuevos adeptos a estas prácticas se inclinan por apostar en los parlay, pues, desde los años 70, las personas son más cercanas con el deporte y fusionan sus aficiones con una forma de ganar dinero fácil (además de salir de sus rutinas), lo que ha permitido que los juegos de azar no pierdan vigencia, pues se renuevan y son cada vez más tentadores para el público.
La socióloga afirma que una de las diferencias más notorias entre los apostadores se basa en que el rico apuesta para ganar algo más, en cambio, el pobre apuesta con la esperanza de ser rico.
Apostar forma parte de nuestra cotidianidad. Es una industria poderosa que recauda cifras mundiales de hasta 500.000 millones de dólares (más que las exportaciones de armas, que ronda los 100.000 millones de dólares), según el Instituto SIPRI de Estocolmo.
Pero una industria no solamente es poderosa por su dinero, sino por la cultura que impone. La suerte suele ser definida como casualidades, el resultado del trabajo duro o varias teorías esotéricas, no obstante, podemos resumirla en una palabra: negocio.