El mundo urge de una escuela ambiental
La educación ambiental, además de ser subestimada, se ha malinterpretado y entendido como una manera didáctica de razonar, los procesos de las ciencias naturales cuando infiere en los comportamientos y edificaciones sociopolíticas y económicas que impactan los ecosistemas. Como praxis, requiere de una metodología precisa y de un cúmulo de conocimientos integrados de manera holística y dialéctica.
Este mecanismo pedagógico, que identifica la interacción entre los ecosistemas y el hombre pretende garantizar su sostenibilidad y preservación para las generaciones venideras, aportando soluciones. Agrupa saberes de botánica, ecología, ciencias, filosofía, política, sociología, antropología entre otras áreas. Para reincidir sobre los patrones culturales instaurados en el colectivo y en las individualidades que lo componen, restituyendo el rol de todos los miembros de la sociedad, trasladándolos a un nuevo contexto ambiental global, más cercano a lo real.
En 1972 es identificada la educación ambiental como una de las armas más importantes para la preservación de la Tierra, esto tuvo lugar en la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente celebrada en Estocolmo, Suecia, momento para el cual se crea el Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente). Luego de esta conferencia se expuso la necesidad de establecer unos principios comunes que ofrecieran a la sociedad una inspiración y guía para preservar y mejorar el entorno.
En las posteriores conferencias internacionales (Belgrado, 1975; Tbilisi, 1977; Río de Janeiro 1992, Cumbre de la Tierra; Guadalajara 1997, II Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental) se profundizan las líneas de alcance e importancia de la educación en materia de ambiente y se definen claramente los principios que rigen este movimiento.
Es entonces, en 1987, en el Congreso Internacional de Educación y Formación sobre el Medio Ambiente, celebrado en Moscú cuando se define la Educación Ambiental como “un proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente, en la resolución de los ambientales presentes y futuros”.
El auge
En Latinoamérica esta cultura surge a mediados de la década de los 80, cuando se empieza a hablar sobre la reversión del cambio climático. La educación ambiental en su complejidad puede ser vista como una cultura que involucra una tarea ardua que exige hacer del amor y el respeto por la naturaleza una política de educación comprometida e incansable, además de hacer uso de un sentido dotado de claridad en un rumbo dirigido a purificar atmósferas contaminadas con prácticas cotidianas equivocadas, feroces, impregnadas de ignorancia e invidente egoísmo.
Gustavo Carrasquel, directivo de la Fundación Azul Ambientalistas, también especialista en Educación Ambiental propone que la educación ambiental en la actualidad debe ser orientada hacia la masificación, “no podemos seguir perdiendo el tiempo en casos puntuales o esfuerzos aislados, por lo tanto tenemos que desarrollar programas orientados a la motivación y sensibilización colectiva y así lograr una corresponsabilidad favorable hacia el cuidado del ambiente” señaló.
Los actores principales en este escenario agrupan ambientalistas, conservacionistas y grupos de ONG, que con respeto y devoción están consagrados a la causa ambiental con grandes iniciativas ciudadanas y con su presencia impregnan de energía entusiasta al colectivo a transformar los hábitos de generaciones, con esfuerzo decidido.
Carrasquel asegura que el problema de la masificación de la educación ambiental es un asunto del Estado, que debe ser desarrollada desde los distintos niveles de gobierno (municipal, nacional, regional), el especialista enfáticamente manifestó que estos deben tomar en cuenta los avances de las ONG, aseverando “Las ONG son, por cierto, las que han dado más resultados en toda Latinoamérica frente a muchos programas gubernamentales no continuados”. Planteó que debe tomarse en cuenta la voz, el conocimiento y los saberes de los especialistas, “la ciencia debe ser una herramienta fundamental en el proceso de educación ambiental”, agregó.
Necesidad de ecoescuelas
La inserción de la educación ambiental en el sistema formal de educación debe complementarse con la educación informal, concatenada con las necesidades de la sociedad y la realidad global. Carrasquel plantea que la educación se trata de un proceso dinámico y participativo, que tiene que ir de la mano de la educación formal pero con suficiente información actualizada, “es vital hacer conocimiento de graves problemas ambientales de cambio climático, hoy más que nuca creemos que Venezuela necesita muchas ecoescuelas”, expresó el especialista.
La educación ambiental significa una evolución ética para garantizar la vida, guiada de afectos que brotan de seres que se han ilustrado de conocimientos, para evangelizar el accionar consciente de los ciudadanos del mundo y lograr en conjunto verdaderos cambios de hábitos y actitudes, siendo multiplicadores del mensaje para cimentar una cultura sostenible enmarcada en el respeto por los recursos naturales.