El comienzo del fin (III): “El mundo sabe todo lo que hemos estado padeciendo los venezolanos”

Se trataba de Luany, hondureña y de buen corazón, que les ofreció un hogar, comida y un lugar para descansar sin esperar nada a cambio. Después de un merecido descanso, la joven madre venezolana compartió con su reciente amiga las penurias que habían enfrentado durante su travesía.
Ella se conmovió mucho con nuestra historia, lloró conmigo no solo por el dolor de lo que le contaba y por la injusticia de haber sido tratados como ladrones, sino también por las circunstancias que nos llevaron a dejar nuestro hogar en primer lugar”, expresó la joven zuliana.
Su relato es solo uno entre muchos que evidencian la difícil realidad que enfrentan los migrantes venezolanos en su regreso a casa. La situación se agrava con las nuevas políticas migratorias de Estados Unidos, que incluyen deportaciones masivas, despliegue militar en la frontera y la eliminación de la aplicación ‘CBP One’, que permitía solicitar asilo desde el sur de México.
En el caso de Mariana, su intención inicial era regresar a Venezuela vía aérea, una opción que les fue ofrecida por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sin embargo, la promesa de un retorno gratuito se diluyó rápidamente al enfrentarse a los altos costos y requisitos burocráticos, “allí nos pintaron todo color de rosa, nos ofrecieron volver vía aérea".
"Teníamos que ir a Tegucigalpa, la capital hondureña, presentar nuestras cédulas de identidad y en el transcurso de 15 días estaríamos abordando un vuelo de retorno voluntario. Fueron 4 horas de viaje, llegamos a la Embajada de Venezuela, allí nos dieron una serie de requisitos, entre ellos el pago de una multa de 6 mil lempiras, que al cambio al dólar son $ 240 y si lo multiplicamos entre los 5 sería un total de mil 200 $, más los 350 $ del costo de los boletos aéreos así como el pago de $ 60 por cada persona que no tuviera pasaporte para poder viajar con salvoconducto, en total para salir de Honduras en avión debíamos tener a mano 3 mil 070 dólares”, calculó Alvarado.
Ante este panorama recordó las expectativas que traían desde la OIM, donde prometieron una oportunidad para viajar sin costo y se las hizo saber a la funcionaria que amablemente le brindó toda la información que requerían para retornar, pero la realidad de esa información fue aplastante.
La mujer que nos atendió en la embajada, nos dijo que era posible ese proceso, pero que tardaba hasta dos años, y por eso yo decidí de una vez seguir retornando por tierra.”, explicó Alvarado.
Fue así como emprendieron el camino hacia Nicaragua, éste era el último país por recorrer que aún mantenía relaciones diplomáticas con Venezuela es por eso que las esperanzas de regresar vía aérea se mantenían exclusivamente en ese territorio.
Pero las noticias no fueron alentadoras, pues aunque la multa por ingresar ilegalmente al país era un 300 % menos que en Honduras, correspondiente al equivalente de $ 60, el costo del pasaje sí era superior sobrepasando los $ 500 .
No habíamos llegado a Venezuela y ya la situación política nos afectaba porque Costa Rica y Panamá no tienen embajadas venezolanas, así que nos tocaría seguir retornando por tierra y al llegar a Panamá pasar la selva del Darién o irnos en lancha y pensar en eso me aterraba muchísimo”, confesó la marabina.
La noche previa a su partida, buscaron refugio en la calle, durmiendo en cartones para palear el frío: “El autobús que nos llevaría a Costa Rica salía a las 3 de la mañana, por lo que esa noche buscamos unos cartones y nos tocó dormir tirados en el piso. Esa noche el frío fue brutal pero el cansancio no me dejó quejarme”, manifestó Alvarado.
Crisis diplomática en Centroamérica
Mientras el rompimiento de las relaciones diplomáticas de algunos países centroamericanos hacía estragos en el retorno de esta familia zuliana, se estima que hay más de 2 mil venezolanos varados en el país azteca, sin posibilidades de seguir su camino hacia el norte, a la espera de un vuelo humanitario, la obtención de un pasaporte o simplemente la posibilidad de reunir los fondos necesarios para regresar a Venezuela.
La situación para estos migrantes en territorio mexicano es sumamente preocupante, ya que enfrentan dificultades para acceder a empleos que les permitan cubrir gastos básicos como alquiler y alimentación.
Además, el costo del pasaporte, que asciende a 240 dólares, agrava aún más su situación y aunado a ello deben pagar 55 dólares para liberarlo y otros 120 dólares en servicios del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), por realizar el trámite desde el extranjero.
La incertidumbre y la precariedad se reflejan en la difícil realidad que viven a diario en su intento por regresar a su país de origen.
Por su parte, Oscarina Ríos, oriunda de Anzoategui, Cantaura, al igual que Mariana quedó varada en México tras la eliminación de la CBP ONE, “como pude llegué hasta Ciudad de México, pasé por muchas situaciones terribles, hasta intentos de secuestro y por supuesto estafa con coyotes", dijo.
Al mes de estar allí me desesperé y fui a la embajada de Venezuela a solicitar mi pasaporte para regresarme. Ya tengo más de un mes esperando. Es traumático ver a tantos venezolanos en carpas en las afueras de la embajada, vestidos en pijamas, con cotizas, esperando una respuesta del gobierno mexicano o venezolano, pero la verdad es que ninguno solventa nada, porque los vuelos humanitarios tardan muchísimo. En mi caso que estoy tratando de resolver por mi cuenta y costear mi pasaporte y pasaje, tengo más de 40 días esperando, no me quiero ni imaginar cuánto tiempo tendrá que esperar toda esa gente”, reflexionó Ríos.
Hay más de 2 mil 862 solicitudes de retorno voluntario
Entre enero y febrero la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), recibió 2 mil 862 solicitudes para su programa de retorno voluntario asistido, más del triple de las peticiones registradas durante el mismo período en 2024, según Alberto Cabezas, portavoz de la OIM en México.
Este número récord de solicitudes, que no se había reportado previamente, revela las consecuencias de la amplia ofensiva migratoria de Trump, que ha deja a miles de migrantes venezolanos atrapados en México.
Camino a las costas Panameñas
Cuando la familia zuliana continuaba su recorrido conocieron una fatídica, una niña venezolana de 8 años había fallecido ahogada tras el naufragio de una lancha en el Caribe panameño. La lancha transportaba a 20 migrantes que intentaban retornar a sus países de origen.
Me sentí la peor madre del mundo, sentía muchísima culpa al pensar que pronto yo expondría a mis hijos a esa situación, eso me devastó, pero yo no tenía otra opción, tenía que continuar. Mi estadía en Costa Rica duró pocas horas, en ese país todo es excesivamente costoso”, dijo Mariana.
Continuando su travesía hacia Panamá, junto a sus hijos y la pareja de venezolanos que los acompañaba, formaron un lazo de verdadera familia en medio de la adversidad, "ya en ese punto del retorno, me sentía más tranquila, porque ellos se encargaban de preguntar cuál era el mejor camino a seguir. Aunque estábamos en un proceso de retorno, las autoridades panameñas no estaban permitiendo el ingreso de venezolanos", relató.
La ruta estuvo marcada por numerosas paradas y cambios de transporte, lo que hizo que llegaran tarde a una estación ubicada en una montaña y el último autobús de la noche ya había partido. Sin embargo, un hombre les ofreció pasar la noche en una pequeña habitación por apenas 10 dólares una simple pieza con paredes y techo, pero suficiente para refugiarse del frío que era intenso y abrasador.
"Yo puse toda la ropa de los bolsos en el suelo para mitigar un poco las bajas temperaturas, vestí a los niños más pequeños con ropa doble y los arropé, pero entre los escalofríos, las fiebres provocadas por los cambios bruscos de clima y el estruendo de la brisa, resultaba casi imposible que pudiera dormir sin interrupciones”, indicó Mariana.
Al amanecer se embarcaron en una camionetica que los llevó hasta la capital, “yo iba maravillada con el paisaje, ver el amanecer en esas montañas fue hermosísimo”, expresó.
Juntos, emprendieron el camino, esquivando a las autoridades panameñas y consultando constantemente cuál era la mejor opción para avanzar. “Nos movimos de combi en combi hasta llegar a la ciudad. En un momento, un chofer de autobús nos dijo que si no teníamos papeles, nos ayudaría a llegar. Nos sugirió que antes de pasar por la alcabala de migración nos bajáramos, que él nos esperaría más adelante. ¡Fue increíble! Que él arriesgara tanto por ayudarnos muestra cuánto sabe el mundo del sufrimiento que enfrentamos los venezolanos. Así como él un frutero nos dio frutas y un ex compañero de la universidad nos compró comida y nos facilitó una cocina eléctrica para cocinar en la habitación del hotel”, apuntó Mariana con emoción.
En la capital estuvimos tres días reuniendo los recursos para seguir, “La última noche, mientras esperamos el autobús que nos llevaría al puerto pasada la media noche, un panameño nos brindó la cena a todos, una vez más nos sentíamos bendecidos”, expresó la joven marabina.
Finalmente al amanecer llegaron al puerto de Miramar, en la provincia de Colón, pero sorpresivamente es día no salieron, “aunque llegamos temprano no pudimos embarcar, dijeron que era por lista y que debíamos esperar hasta el otro día, yo lo tomé como un designio de Dios. Allí pasamos la noche pagué comida y hospedaje que no estaban en mi presupuesto”, recordó con evidente nostalgia.
Al siguiente díaa las 7.00 de la mañana, con sus pertenencias protegidas con bolsas para que no se mojaran, estaban todos en filas para embarcarse en una lancha donde iban 37 personas, incluidas las de tripulación. Después de pasar la lista y verificar que todos habían cancelado su viaje por un costo de 220$ por persona se prendieron los motores y emprendieron el viaje que duraría más de 6 horas.
La sensación fue terrible, el oleaje era fortísimo, la lancha arrancó a la máxima velocidad. Yo sentía que no lo podría soportar, muchos niños y mujeres íbamos llorando. Decidí dejar las culpas yhacía que subiéramos y bajáramos, la sensación en el estómagoera la misma que se siente al bajar por una montaña rusa, la diferencia es que esa sacudida se repetía una y otra vez constantement empezar a orar, a pedirle a Dios que nos permitiera llegar bien a nuestro destino”, recordó Mariana.
Después de dos horas navegando a mar abierto llegaron a la primera parada se trataba del puerto de control en Gaigirgordub una isla en la comarca de Guna Yala donde hay un puesto de control de las autoridades panameñas, en las que revisan los documentos.
Tras la revisión prosiguieron su trayectoria, alrededor de dos horas más para surtirse de gasolina, para posteriormente seguir atravesando el mar abierto hasta llegar a Puerto Obaldía, en el punto limítrofe con Colombia.
Aunque este grupo de venezolanos pensó que la noche anterior sería la última en costas caribeñas de Panamá no fue así, en este puerto también debieron permanecer una noche y pagar hospedaje y comida, “una vez más se desbarajustaba mi presupuesto, pues el paquete que pagamos aunque prometía brindarnos alimento y hospedaje, no lo hicieron”, denunció Mariana.
Para el tercer día recorriendo costas caribeñas se prepararon para zarpar hasta Capurganá, en el departamento colombiano de chocó, “increíblemente desde donde estábamos hasta Capurganá eran 25 minutos y aun así nos hicieron hacer pasar la noche allá. Esta gente se vale de nuestra situación para sacar provecho porque saben que se les acabó el negocio de los que se estaban yendo al norte”, manifestó la joven madre.
Prosiguió relatando su interminable trayectoria de puerto en puerto, “llegamos a Capurganá a las 9: 00 de la mañana con la promesa de salir a Necoclí a las 11:00, la sorpresa para nosotros fue cuando nos dijeron que no había zarpe ese día y que debíamos pagar una multa de $ 5 por persona para poder salir de ese lugar, hasta este punto el abuso era inaceptable pero ¿A quién le podías reclamar? Terminamos pagando multa, hospedaje y comida una vez más”, refirió.
Posteriormente, lo que debió ser un viaje de dos días,en este recorrido de cuatro días por las costas, culminó en el municipio costero de Necoclí, al otro lado de Colombia, lugar donde escasos meses atrás había sido el punto de salida masiva de migrantes a través del Darién, en dirección al norte.
Al siguiente día Mariana y sus 4 hijos, profundamente conmovidos, pisaron tierras marabinas y volvieron a abrazar a los suyos.