El comienzo del fin (I): “Me regresé a Venezuela porque México es un país que te vomita”

"Si tuviera que dibujar a un superhéroe, te dibujaría a ti", éstas fueron las palabras que recibió Mariana Alvarado, una joven venezolana, oriunda de Maracaibo, estado Zulia, tras contar en la congregación de la iglesia a la que asiste en la Urbanización Los Olivos, la conmovedora historia de cómo, tras una serie de desafíos personales y familiares, Dios la había guiado desde México de vuelta a su hogar, salvándola de grandes peligros que atentaron contra su vida y la de sus cuatro hijos.
Mariana llegó a la iglesia desprovista de lujos materiales, pero rebosante de fe y profundo agradecimiento hacia Dios. A pesar de haber perdido mucho en su travesía, su espiritualidad se mantenía intacta. En sus palabras se percibía la fuerza de una mujer que, a pesar de las adversidades, se negaba a dejar que la desesperanza la consumiera. Su fe era su mayor tesoro, el recurso inagotable que la impulsó a seguir adelante por el bienestar de sus hijos.
Ella inició su narración explicando que llegó a México a finales de septiembre de 2024, con un puñado de sueños y a cargo de sus cuatro hijos, de 19, 17, 13 y siete años de edad, dejando atrás su hogar en tierras zulianas, “Para empezar la travesía vendí algunos objetos de valor, y el dinero ahorrado para el inicio del nuevo año escolar lo invertí en mi viaje hacia Estados Unidos (EE. UU)”.
A pesar de contar con una profesión, su salario resultaba insuficiente para cubrir las necesidades básicas de sus cuatro hijos. La situación era tan crítica que su hijo mayor no había podido ingresar a la universidad por la falta de recursos económicos.
Crisis de los emigrantes venezolanos
Estas dificultades fueron algunas de las razones que llevaron a esta madre soltera a unirse a los aproximadamente 7.9 millones de refugiados y migrantes venezolanos que, ante la devastadora crisis económica, social y política del país, decidieron emigrar en busca de mejores oportunidades de vida. Esta cifra impresionante, en la que se contabilizan a más de 465 mil connacionales viviendo en territorio estadounidense, es el reflejo de un desplazamiento forzado de quienes buscan seguridad y estabilidad en otras naciones.
Al llegar a Tapachula, en el estado de Chiapas, me residencié en una casa compartida junto a otros migrantes de diferentes nacionalidades, entre ellos afganos, colombianos, haitianos y, por supuesto, otros venezolanos, en su mayoría marabinos”, explicó la joven marabina.
El encargado de cobrar la renta del alquiler, un cubano apodado "Paco", era todo un personaje y usualmente traía malas noticias de la amenaza constante de secuestros y de las redadas de las autoridades migratorias, "Nos decía que no saliéramos que se estaban llevando a los migrantes, que en el otro hotel se habían llevado a 50 y que les estaban pidiendo mil pesos mexicanos a cada uno, eso es el equivalente a 250 dólares”, explicó Alvarado.
Bajo esta angustiante situación para esta madre inmigrante, cada salida de la residencia representaba un dilema.
No obstante, a pesar de la adversidad, su objetivo era claro: llegar a EE. UU legalmente pidiendo una cita con la aplicación llamada CBP ONE, que fue implementada por el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. durante el gobierno de Joe Biden el 12 de enero de 2023. Esta herramienta fue diseñada para facilitar el proceso de solicitud de asilo y la programación de citas en ocho puertos de entrada de la frontera sur. Estaba dirigida principalmente a inmigrantes que se encontraban en México, así como a personas que carecían de la documentación necesaria para ingresar al país norteamericano. Esto incluía a solicitantes de asilo y a aquellos que buscaban una forma legal de cruzar la frontera.
Sin embargo, el 20 de enero de 2025, cuando Donald Trump asumió la presidencia, sus esperanzas se desvanecieron al conocer la noticia del cierre de esta aplicación.
El sentimiento de desesperanza se apoderó de esta joven zuliana que abandonó su país en busca de mejores oportunidades, “Ese día lloré hasta quedarme dormida, sentí un profundo dolor en mi alma, mis hijos no estaban estudiando, sentía el mundo que iba en cámara rápida y yo lenta, esperé casi cinco meses por una cita que nunca llegó, por lo que empecé a cuestionarme sobre mi decisión de dejar todo atrás en Venezuela. Me sentía sola, abrumada, distante de mi lugar seguro. Esperar la cita era un drama, para mí no era un sistema aleatorio, sino demoniaco, fui testigo de cómo a mucha gente le salía la cita en días, mientras que a otros se le podía tardar hasta un año o más”, reflexionó.
Por esta razón, desde ese día la incertidumbre se convirtió en su compañera diaria, y la idea de que sus hijos pudieran sufrir las consecuencias de un camino equivocado la mantenía despierta por las noches.
Tras la eliminación de CBP One, Mariana decidió cruzar la frontera, esta vez de manera ilegal. Sin familiares, ni amigos cercanos, y con el peligro acechando, optó por trasladarse a Tuxtla Gutiérrez, a seis horas de Tapachula. “Aproveché la ayuda del Instituto Nacional de Migración (INM), con el traslado gratuito, una oportunidad que no podía dejar pasar. En mi mente, la idea de encontrar un "coyote", que nos llevara a Ciudad de México para acercarnos a la frontera o esperar cómo se iban desarrollando los acontecimientos con Trump, comenzó a tomar forma. Pasamos unos días en un hotel, comiendo dos veces al día y sin salir a ningún lado, hasta que concretamos el viaje”, señaló Alvarado.
El costo era elevado: 1.400 dólares, pero confiaba en que, al pagar la mitad por adelantado, podría llegar a su destino, “Mi familia me ayudó a reunir el dinero para el viaje. Yo hablaba con el coyote través de WhatsApp. La situación era crítica porque yo escuchaba a los que ya habían intentado ese trayecto y sus relatos eran espeluznantes, tanto por migración como por las mafias”, aseguró.
Al conocer a su “contacto” se dio cuenta de su apariencia descuidada -según describe la joven- tenía una vestimenta poco apropiada y el fuerte olor a licor y cigarro eran evidentes, lo que contrastaba con la seriedad del asunto que trataban, “Me entregó los pasajes del autobús y documentos falsos. Yo sabía que era un delito pero fue una medida desesperada para protegerme a mí y a mis hijos de la amenaza de los agentes de migración. Le expliqué a los cuatro para qué y por qué las íbamos a usar y les pedí que se aprendieran sus nombres falsos, la fechas de nacimiento si eran las mismas”, explicó Mariana.
El viaje en autobús lo comenzó recordando los consejos del desaliñado “coyote”: "Duérmanse, porque una persona nerviosa no se duerme. Nosotros intentamos seguir las recomendaciones, pero al poco tiempo, la pesadilla comenzó cuando en el primer punto de control un agente de migración me despertó haciéndome preguntas y a pesar de mis intentos de ocultar mi acento venezolano, siendo muy puntual al responderle, me descubrieron”, relata lo que vivió en ese momento.
Las preguntas se volvieron cada vez más intensas y, ante la insistencia y la amenaza de llevarla a Fiscalía la verdad salió a la luz, por lo tanto Mariana se apresuró a mostrar las identificaciones venezolanas, una vez que las sacó de la franela de su pequeña hija donde las llevaba escondidas.
Albergues mexicanos: un sistema incomprensible
Tras ser descubierta la llevaron en una combi –una vans- junto a otros migrantes y la trasladaron a un albergue, donde las autoridades migratorias les pidieron que se quitaran los cordones de los zapatos, un gesto que le pareció extraño, pero que aceptó sin cuestionar. Era una medida de seguridad, le dijeron.
Era la tercera vez que se veía en esa situación y la tristeza que la invadía al pasar la noche allí era indescriptible. No podía permitirse llorar, ya que debía ser fuerte por sus hijos. La sensación de incertidumbre la acompañaba, pero lo que más le preocupaba era la seguridad de sus hijos.
Esa noche, en el albergue, estaban rodeados de un aire denso de ansiedad y desesperanza, mientras que el frío se colaba entre las colchonetas que estaban desprovistas de sábanas y cobijas. Al lado, otra madre se esforzaba por calmar a sus cuatro pequeños, todos tratando de encontrar un rincón de calma en medio del caos.
A la mañana siguiente, nos dieron de desayuno frijoles, arroz y huevos sin nada para beber. La rutina del albergue comenzó con la llamada de una funcionaria que pedía a la otra señora que estaba allí que firmara un documento. Era un papel que le otorgaba permiso para circular por Chiapas durante 30 días mientras uno regulariza su situación migratoria, pero documento no servía para nada, si al siguiente día intentabas avanzar a la capital, migración te va a agarrar y te va a llevar otra vez a un albergue, allí no te asesoran, no te dan una ayuda como tal, somos simples estadísticas y una evidencia para el mundo de que México apoya a los migrantes”, reveló Alvarado.
La señora en cuestión, sintiéndose atrapada en un sistema que no comprendía del todo, volvió al espacio donde dormía con sus hijos, con el ceño fruncido y la negativa en los labios, “Ella no estaba dispuesta a firmar algo que no le ayudaba en nada a movilizarse, ni mucho menos a regularizarse. Me sentí totalmente identificada. Al rato, la funcionaria apareció detrás de ella, insistiéndole que debía firmar y le decía: Ah pero nosotros sí tenemos que darte de tragar, aun cuando tú entraste a este país como se te dio la gana. Y con esa actitud, pretendes llegar a Estados Unidos. Vamos a ver cómo te irá por allá", recordó Mariana .
Aunque no eran para ella esas frases, se sintió despojada de su dignidad pues en el lugar donde se suponía que debía encontrar apoyo, se topó con el desprecio y la arbitrariedad.
Esta experiencia no es un caso aislado, pues en el periodo de cinco años que abarca de 2019 a 2024, los empleados del Instituto Nacional de Inmigración han enfrentado sanciones por violaciones a los derechos humanos, abuso de autoridad y ejercicio indebido de sus funciones, de acuerdo con información proporcionada por la Secretaría de la Función Pública. De los 162 trabajadores sancionados, únicamente ocho fueron destituidos de sus cargos.
El principio del fin: regresar a casa
El retorno de la administración de Trump, generó una serie de cambios significativos en la política de inmigración de EE. UU. Esta nueva realidad y la incertidumbre que rodeaba a esta familia zuliana por la inseguridad que sentían en suelo azteca al poner en riesgo sus vidas hicieron reflexionar a esta joven madre que regresar a Venezuela era lo mejor. La carga de ser madre y el deseo de proteger a los suyos se convirtieron en el núcleo de su decisión.
De la misma manera la historia de esta migrante venezolana no es solo la de una madre soltera en búsqueda de un futuro mejor, es un reflejo de las luchas de miles de migrantes que, como ella, enfrentaron un camino incierto en la búsqueda de estabilidad económica.
En un contexto marcado por la falta de definiciones claras sobre el futuro de sus trámites en el país azteca, la situación para esta familia zuliana se complicó aún más ante la imposibilidad de transitarlo, una medida tomada por el Gobierno mexicano en un intento de mitigar la creciente ola de movilización de personas que continuarían intentando llegar a la frontera de manera irregular.
A mediados de febrero, el INM había iniciado vuelos humanitarios para venezolanos en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Sin embargo, Mariana no prestó atención a esta noticia, pues solo un número limitado de personas había logrado beneficiarse de esta iniciativa y cientos de personas quedaron varadas en una interminable lista de espera.
Este escenario, en conjunto con la eliminación de citas para el cruce y la dificultad de retornar a su país de origen complicaba aún más su situación. Ella se encontraba en una encrucijada, ya que uno de sus hijos había extraviado su pasaporte, lo que les impedía regresar a Venezuela vía aérea. La falta de información precisa sobre los procedimientos de retorno para los indocumentados la mantenía en un estado de vulnerabilidad y desesperación.
Finalmente, dos días después de aquel desafortunado encuentro con autoridades migratorias, decidió huir de territorio azteca iniciando su retorno vía terrestre a Venezuela. Mariana sintió cómo el peso del mundo se deslizaba lentamente de sus hombros, “Me regresé a Venezuela porque vivir en México es todo un desafío, es asfixiante, es un país que te vomita, te exige que te vayas, hay una tensión en el aire todo el tiempo, sientes que cualquiera pude hacerte daño, no quiero generalizar pero hay muchos mexicanos traficando con personas y haciendo cosas malas”, expresó la zuliana.