Desplazados esperan regresar a su tierra

Sus rostros llenos de temor. Sus cuerpos marcados por las picaduras de mosquitos, con sus pantalones rasgados y dispersos en el patio de una vivienda se encontraban las 55 personas que se desplazaron desde Colombia hacia territorio venezolano por una guerra entre clanes.
Vicente, nombre ficticio de uno de los afectados, nos recibe desconfiando de que no seamos uno de los contrarios, al ver la cámara ocultó su rostro y entre conversaciones en Wayuunaiki pudimos entendernos. “Ese problema empezó en el 2007 cuando murió mi mamá, a los pocos días encontramos partidos sobre la bóveda los vasos que colocábamos con agua, cuando revisamos supimos que fueron rotos a disparos, eso nos causó mucha molestia y acudimos a la autoridad tradicional de la zona para resolver el problema”.
En la Comunidad de Wa’itapaa, resguardo La Majayura del municipio Maicao en Colombia, habitaban todos los miembros de esta familia, quienes se dedicaban a la cría de chivos y al cultivo. El latente conflicto estaba naciendo en el seno de su tranquilidad. “No pudimos resolver nada con la autoridad y la otra familia vino y se nos llevaron cinco chivos de la casa y ahí seguía encendiéndose el conflicto”, dijo Vicente.
Recientemente un grupo de personas sacrificó los seis burros que la familia usaba como transporte y al darse cuenta que eran los contrarios, Vicente acudió a la casa del mayor de sus enemigos, para exigirle el pago de sus animales, pero éste se negó. Vicente ya cansado de los robos de los que la familia ha sido víctima, amenazó con actuar.
“A los días se llevaron 30 vacas de la casa y cuando los perseguimos encontramos a varios hombres sacrificándolos en el monte. Mi hijo disparó con una escopeta a uno de ellos y el resto huyó. Salimos del lugar y luego supimos que había muerto, recogimos lo poco que teníamos y huimos porque sabíamos que su familia vendría a cobrar venganza”.
Los animales los dejaron en el corral para partir a la montaña, donde llegaron sus enemigos al poco tiempo, quemaron la casa y se llevaron mil 250 chivos, recordó Vicente.
Mercedes es una de las mujeres de esta familia. Aún con el miedo en su rostro contó que “corrimos por todo el monte, los niños lloraban y seguíamos caminando, duramos un mes en la montaña, comiendo lo que podíamos cazar. Logramos llegar hasta el Internado de Guana, donde los curas y hermanos cristianos de Japoncito nos recibieron y atendieron”.
De los 55 desplazados, 22 son niños menores de nueve años. Esto hizo que las autoridades municipales y regionales atendieran el caso, que aún no cuentan con el estatus de refugiados, según lo manifestó José David González, coordinador de los Derechos Humanos de la Guajira.
“Todos los adultos tienen doble nacionalidad y aún no definimos su situación, porque el conflicto es entre clanes y no son perseguidos por grupos armados ni por las autoridades, pero si se atienden por medio de ayuda humanitaria por las condiciones de salud y nutrición de los menores”.
El Servicio Jesuita para los Refugiados atendió a estas personas con insumos. En los próximos días tomarán acciones conjuntamente con la Cruz Roja, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y el Comité de DD. HH. de la Guajira para darle apoyo humanitario mientras se solvente su situación.
La funcionaria de Acnur, Sabrina Suárez, acotó que “ya coordinamos con el servicio Jesuitas y la Cruz Roja la entrega de unas hamacas, sábanas y baldes; además de todos lo que esté llegando de las donaciones para que sean atendidos, mientras estén bajo protección del estado venezolano”.