El diario plural del Zulia

Cuatrocientas familias se hunden en Campo Alegría

Protección Civil y Administración de Desastres declararon el urbanismo petrolero de Lagunillas como zona inhabitable en el 2016. Las paredes crujen y se agrietan todos los días

Las paredes y el techo crujen de noche y de día. Karla Montes, de 26 años, no logra conciliar el sueño, los sonidos la perturban. Vive en la avenida 5 de Julio del urbanismo petrolero Campo Alegría, en la parroquia Venezuela, de Lagunillas. Su casa y las de 400 familias más se están hundiendo.

Grietas de tres centímetros atraviesan los muros y el suelo. El techo está desprendido. “Mi casa está fracturada. Cuando llueve no caen goteras, corren chorros de agua por todos lados. Tengo miedo de que nos caiga encima”, cuenta Karla, madre de tres niños, de 7 y 5 años y uno de ocho meses.

Para el año pasado, tras una inspección de Protección Civil y Administración de Desastres, se determinó que los inmuebles presentaban deterioro en su estructura por hundimiento continuo y progresivo, salitre, corrosión y licuefacción —derrumbe provocado por la inestabilidad del suelo—.

Tras 90 años de extracción petrolera en la zona, la tierra pasa factura y la subsidencia —hundimiento— se acentúa a medida que las viviendas crujen y las grietas crecen. Fugas de gas por los movimientos de la superficie y de ciencias en el servicio eléctrico se suman al problema.

La responsabilidad de reubicación de la población que habita el urbanismo recayó sobre el Órgano Superior de Vivienda (OSV), por orden del gobernador Francisco Arias Cárdenas.

Solo 10 de las 81 familias que en ese momento corrían mayor peligro, fueron evacuadas. Aún hay 400 viviendo a su suerte en Campo Alegría.

Las viviendas tampoco cuentan con suministro de agua potable, y las cloacas de aguas negras están desbordadas.

Mervin Rosales, de 59 años, paciente renal, sufre para asearse. Por su condición debería hacerlo regularmente.

Hasta una semana esperan a los camiones cisterna para surtir sus tanques y pipas.

“Antes de enfermarme amarré todas las vigas del techo porque están todas separadas de sus bases. Vivimos con mucho temor”, explica Rosales.

El 14 de diciembre del año pasado fue la última vez que el OVE visitó Campo Alegría. A pesar conocer y haber palpado la gravedad del problema, no hacen seguimiento continuo.

¿Por qué están allí?

Las personas que habitan en el urbanismo son empleados activos, extrabajadores o jubilados de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

El último censo del OSV, el 23 de abril de 2016 registra: 30 trabajadores activos con sus familiares, 94 jubilados también con sus familiares, 54 viudas de trabajadores o jubilados con su carga familiar, 64 extrabajadores y sus familiares y 62 ocupaciones ilegales y tres familias cuyo responsable es empleado de otras instituciones del Estado venezolano.

“Los bomberos nos aconsejaron salir de aquí, pero ¿para dónde? no tenemos a donde ir. Estas casas son lo único que tenemos”, asegura María Figueroa, de 44 años.

Dos baños de su vivienda, en la calle Barinas, fueron clausurados desde que las aguas negras colapsaron en septiembre del año pasado.

María, su esposo, hijos y dos nietos de uno y tres años usan el patio trasero para sus necesidades siológicas. “Es denigrante la forma en que vivimos”, reclama la madre.

La solución que no llegó

En la última visita se planteó la venta de las casas a través de la Ley de Política Habitacional, a una veintena de aspirantes que estaban cotizando en el programa 0800-Mihogar. En la visita estuvieron funcionarios de Redes Populares en Vivienda y del Ministerio de Vivienda.

“Ellos vinieron y estaban dispuestos a comprar las casas. Les pidieron que entregaran el registro al programa junto a los estados de cuenta bancarios de los últimos seis meses. Todos cumplieron y también a ellos los dejaron a la deriva”, denuncia Laura Luna, también vecina del urbanismo.

El tiempo pasa y el temor crece. Los habitantes de Campo Alegría responsabilizan, por su inoperancia, a las instituciones gubernamentales de cualquier emergencia que suceda.

Testimonios

Neritza Cova, habitante: "Mi casa se cae. Tengo habitaciones y un baño. Hay paredes totalmente desprendidas, igual que el techo. Siento hundimiento del piso del porche".

María Figueroa Habitante: "Desde septiembre del año pasado lucho con el desbordamiento de aguas negras que afecta mi casa. Es triste y denigrante vivir así".

Mervin Rosales, habitante: "Es preocupante que pasemos más de una semana sin agua. Yo mismo reparé áreas de mi casa, pero ahora estoy enfermo y se me dificulta".

 

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