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Cuarentena sin transporte: La travesía de los marabinos que caminan kilómetros para comprar comida [+Fotos]

Las normas de aislamiento y la escasez de combustible hicieron que el transporte público en Maracaibo desapareciera. Ciudadanos deben caminar hasta 10 kilómetros para comprar lo que necesiten

Bajo el inclemente sol de Maracaibo, cansada y acalorada, Julia Acevedo mira al horizonte y emite un quejido al saber que aún le faltan varios kilómetros para llegar a casa. Ella vive en la urbanización Villa Baralt, parroquia Francisco Eugenio Bustamante, y se ve obligada a salir al menos dos veces por semana a comprar comida a algún comercio muy lejos de su hogar, a pie.

Desde que inició la cuarentena por el coronavirus el pasado 16 de marzo, el transporte público de la ciudad desapareció debido al aislamiento social y a la falta de combustible. Los usuarios de buses y carros por puesto son los más afectados.

Esta es la octava semana de confinamiento y ya Julia está agotada, igual que decenas de marabinos que la acompañan en la travesía de caminar hasta La Curva de Molina en busca de alimentos.

Hago lo posible por rendir la comida, muchas veces solo comemos dos veces al día, para no tener que salir tan seguido. Mi esposo está enfermo y mis hijos aun están pequeños", comenta la mujer, mientras da pasos cada vez más lentos y sus manos ya no resisten el peso de las dos bolsas que lleva en cada una.

Dice que tarda una hora y media caminando desde su residencia hasta La Curva, donde puede durar hasta dos horas comprando. Ya cuando debe regresar a casa, son casi las 11:00 de la mañana. "De aquí a allá (hogar) no hay ni una sombrita y el calor es infernal", expresa Julia, cuando le falta cerca de una hora para llegar.

Abastos sin opciones y sobreprecio

Aunque la principal recomendación es quedarse en casa para evitar la propagación del virus, esto no es una opción para estos ciudadanos.

No tengo carro y si lo tuviera tampoco hay gasolina. Tengo que salir a buscar alimentos porque no podemos morirnos de hambre", refiere Simón Huertas, residente del sector La Rinconada, ubicado en la carretera Vía La Concepción.

Tiene media hora esperando en la avenida "cualquier cosa que me lleve a La Curva"; en ese tiempo, solo transitaron vehículos particulares. Simón asegura que tenía días sin salir porque conseguía la comida en abastos cercanos a su casa pero ya los locales no tienen casi mercancía y "venden muy caro".

Comprar en las tienditas es una ruina. Aparte que no ofrecen variedad de productos, te quieren sacar los ojos, y ahora con la cuarentena más. El dinero no alcanza, por eso me toca exponerme y buscar otros precios", añade el hombre de 53 años.

Tras 15 minutos de caminata con sus gomas desgastadas, ya sus mejillas lucen coloradas y las gotas de sudor corren por su frente. "Y lo que me falta", manifiesta con cara de angustia.

Escaso transporte viola normas de confinamiento

Igual que en la carretera Vía La Concepción, en la avenida La Limpia todos los días se ven a grupos de personas caminando desde o hacia el Centro, la mayoría en búsqueda de alimentos o medicinas. Muchos otros esperan en las paradas de buses o carritos por puesto pero pocas veces consiguen transporte público.

Desde el 20 de marzo, la Alcaldía de Maracaibo activó ocho rutas gratuitas con 34 autobuses limitados para trabajadores de la salud, sectores priorizados y usuarios que requieran comprar alimentos o ir a consultas médicas de emergencia. Los usuarios aseguran que las unidades son insuficientes.

 

Esperé una hora en la parada en La Curva pero no llegó nada. Prefiero empezar a caminar, a ver si me pasa algún bus por el lado, que perder el tiempo allí parada y se me haga mediodía", dice Sonia Sánchez, una marabina de 46 años que necesitaba ir a un supermercado y a una farmacia.

Los caminantes denuncian que las pocas unidades de transporte que pasan por la transitada avenida quieren cobrar hasta 100.000 bolívares "y todas pasan full". Además, dicen que son usadas por personas que no tienen la real necesidad de salir.

 

La gente va de banderita.

Tienen tapabocas pero van como sardinas en lata. Salir de casa como uno, caminando, viola la norma de confinamiento pero alguien tiene que comprar comida. Que vayas en un bus así es casi un suicidio, un riesgo mortal. Yo prefiero caminar", precisa Leonardo Morán, un joven de 28 años que vive en el barrio Libertador y debe ir hasta una farmacia en La Fusta.

Varios ciudadanos toman descansos de 5 minutos antes de seguir su camino. Los recorridos pueden ser de hasta 10 kilómetros, incluyendo ida y vuelta.

Otros tantos caminan mirando hacia atrás con la esperanza de ver a algún conocido que les dé el aventón, al menos, hasta un lugar más cerca de sus hogares. Muy pocos corren con esa suerte.

La única opción que tienen es seguir su camino, sin importar qué tan largo sea, para llevar el sustento a sus familias. "Tengo la esperanza de que esto pase pronto. Quisiera quedarme en casa y cuidar más a los míos pero la necesidad te obliga a exponer tu salud", indica Fabiana Virlas, madre soltera de dos pequeños. "Que Dios nos ampare".

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