Alice entrega su vida a la lucha por la igualdad social
Impartir conocimientos y educar; preparar una sociedad para el cambio y la aceptación de las diferencias de los seres humanos; disolver un prejuicio en contra de quienes más lo necesitaban... es la labor que desde hace 56 años viene desempeñando Alice Ramos de Hermoso, docente y defensora de los derechos de las personas con discapacidad.
La pasión por la educación fue su motor desde la adolescencia, y lo es hasta el sol de hoy, cuando dirige la Fundación de Padres y Amigos de Adolescentes y Adultos con Retardo Mental (Discapacidad intelectual) (Funparm).
Alice pasó por distintas instituciones durante su formación como docente en los años 70, y las recuerda con cariño, entre ellas el Colegio Nuestra Señora del Pilar, el Gonzaga, el Colegio Alemán, el Don Simón Rodríguez, y terminó de desarrollarse como profesional en la escuela Francisco Granadillo, para asumir importantes cargos en el Instituto de Educación Especial del Zulia.
Su mayor inquietud fue siempre las dificultades de algunos niños para aprender a leer y escribir, aún en una época donde se prestaba poca atención a este tipo de situaciones, pues no existía un espacio para los niños con discapacidad y tampoco “hacía falta” según la gente, pues los padres preferían dejarlos en sus casas, con las comodidades de sus espacios, en vez de brindarles la oportunidad de desarrollarse, como actualmente se hace.
“La gente no le tomaba importancia al tema, porque hacerlo implicaba cambiar todo, adecuar espacios para ellos, adaptar a los maestros para trabajar con los niños a su ritmo y modificar un estilo de educación ortodoxo”, señaló la docente.
En sus inicios trabajó con familias pudientes que le ofrecieron muchas oportunidades de superación y aprendizaje. Una de ellas la adoptó como la profesora particular de tres niños y se la llevó a Canadá, con la condición de permitirle disponer de un tiempo para estudiar y formarse en la educación especial.
“Viaje a Canadá con el mayor entusiasmo de aprender y descubrir otras maneras de educar, siempre con la promesa de volver a mi país a ayudar a los niños con dificultades de aprendizaje”. Promesa que Alice cumplió en el año 1977. Regresó a Venezuela y marcó un precedente en la historia de los alumnos discapacitados.
Su inspiración
Recuerda con cariño a dos ángeles que le demostraron que la educación especial era el camino que debía seguir. Primero Álida, en aquel entonces una joven con Síndrome de Down a la que enseñó a leer y escribir. Alice
se convirtió en el sol de sus mañanas y viceversa. Con el pasar de los años y al volver de Canadá, Dios puso en su camino un nuevo motivo, Carlitos, el hijo de su mejor amiga y colega, María Morillo, quien la motivó para viajar a especializarse y luchar por sus sueños.
El pequeño nació con una discapacidad intelectual. Para Alice “él fue un mensajero. Vino a este mundo para que yo viera que existe ese poder de Dios que te lleva a realizar un sueño”.
En el año 1979 ya habían comenzado a formarse centros de desarrollo para niños con alguna “necesidades especiales”, pero aún no se entendía que para trabajar con ellos debían cambiar la forma de educar.
“Cuando me ofrecieron la coordinación del Instituto de Educación Especial del Zulia la acepté solo luego de llegar a un acuerdo con los docentes, para que estuvieran dispuestos a reformar su estilo de educación”, relató la educadora.
Comenzaron a disponerse aulas con menor cantidad de niños, para poder darles una atención mucho más amplia; se ofreció la aceptación de niños con discapacidades desde las primeras etapas de vida, desde los dos o tres años, que anteriormente no se hacía porque los pequeños no tenían aún control de esfínteres; se adecuaron los espacios y se sacaron los pupitres, pues los espacios abiertos son los más recomendables para los niños.
Una de los factores determinantes del cambio para la profesora fue la integración de los padres en la educación de sus hijos. Además de preparar a los niños en la educación para el trabajo, la educación sexual y otros aspectos importantes; desde el instituto zuliano también comenzó a prepararse a los padres para sobrellevar una vida sana junto a sus pequeños.
La educación comenzó a cambiar en el país y Alice fue parte de ello, siempre con su empeño de apoyar a los alumnos con alguna discapacidad. Nacieron diversas instituciones donde que comenzó a desempeñarse esta labor y el Ministerio de Educación participó activamente en este cambio.
Se materializa un sueño
Los logros que hasta entonces vio la docente eran satisfactorios, pero no suficientes. Su necesidad y vocación al servicio de la docencia iban más allá.
“No era su ciente formar a nuestros alumnos durante 12 años aproximadamente, para que luego volvieran a sus casas al encierro y la inactividad. Siempre los formamos en la educación para el trabajo y nos trazamos una nueva meta, hacerlos productivos para la sociedad, para que se sintieran satisfechos y realizados como seres humanos”.
En 1991 nace Funparm, una fundación destinada a la capacitación de jóvenes y adultos con necesidades especiales, a través de talleres y experiencias vivenciales en un ambiente laboral, logrando la inserción de los jóvenes a una vida productiva.
Luego de 25 años de labor, la única sede de la fundación se encuentra en Maracaibo, siendo un ejemplo para otros estados del país. Desde sus inicios se contó con una participación total de diversas empresas, que hasta hoy se mantienen firmes en la labor.
Son 88 jóvenes los que actualmente se desarrollan en los espacios de la fundación como trabajadores de 14 empresas de la región. Seis de ellos se desempeñan directamente en los espacios laborales.
Aún falta por hacer para Alice, pues cada día se levanta con nuevos sueños en función de favorecer a quienes considera sus hijos. A pesar de lo convulsionada que está hoy la sociedad venezolana, la profesora cree en la oportunidad de cambio.
“Solo hay que perseverar y no dejar que los demás contaminen nuestros sueños con su negatividad”, concluyó.