El diario plural del Zulia

Crisis del maíz aleja la arepa venezolana de la mesa

La arepa venezolana ya no es la misma. Su sabor y hasta su forma tradicional pareciera no volver, la crisis hizo que ahora se elabore con materiales que no son parte de nuestro sabor criollo. En el plato del ciudadano sirven una versión complementada con harina de maíz colombiana, mexicana y hasta brasileña, otros corren con la mala suerte de tenerla ausente completamente. El exquisito olor que desprendía su masa durante la preparación cambió, su composición congrega una serie de productos que la transforman en el nuevo experimento, un monstruo cualquiera, un “Frankenstein” contemporáneo que habita en los hogares venezolanos.

Haciendo maromas

Mijo yo hago lo que sea para tener mis arepitas cada dos o tres días”, cuenta la señora de 64 años, quien jamás imaginó hacer tantas maromas para poder degustar una arepa en el desayuno o en la cena. Ana de Godoy es pensionada del Instituto Venezolano de Seguro Social (IVSS), y se las ve negras para que en su círculo familiar de cinco integrantes puedan comer arepas como plato principal. “Lo regulado no existe, me toca comprar la harina colombiana a cinco mil bolívares”, la dama de la tercera edad afirma que ha tenido que combinar la harina extranjera con harina de maíz molido que adquiere en los tarantines que consigue en la calle, y en varios casos crear arepas con masa de plátano.

Werner Gutiérrez, profesor y exdecano de la facultad de Agronomía de la universidad del Zulia (LUZ), sostiene que la crisis en la producción de maíz blanco podría agudizarse si el Ejecutivo nacional no toma las medidas necesarias para garantizar que los procesos se desarrollen con la más alta eficiencia. “Estamos a 55 días aproximadamente de iniciar el período de siembra de maíz, que comienza con el primer período de lluvias. Si pasa la época, el productor de maíz perderá toda oportunidad de sembrar porque hacerlo en el segundo ciclo de lluvia, que comenzará entre octubre y noviembre, es muy riesgoso para el productor ya que no se le garantiza un buen rendimiento”.

Moisés Gutiérrez, profesor de la facultad de Agronomía de la universidad del Zulia y experto en la siembra de maíz, explica que en Venezuela se deberían sembrar 25 mil toneladas de semillas sobre un millón de hectáreas para, de esta forma, poder abarcar el consumo del rubro destinado a las industrias de harina. “El año pasado se sembraron unas 600 mil hectáreas de maíz y se cosecharon menos de 500 mil. Actualmente, hay problemas de abastecimiento general, tanto de semillas, fertilizantes y agroquímicos que si no se toman acciones a tiempo no habrá buenos resultados”.

Semilla nacional e importada

La semilla de las empresas transnacionales garantizan un rendimiento por encima de los cinco mil kilos por hectárea, mientras que, la semilla nacional puede tener rendimiento por debajo de 50% de lo que debería rendir, alega el catedrático Werner Gutiérrez. “Más de 90 % de los productores prefiere utilizar semilla de maíz importada. No es que la semilla de maíz venezolana sea de mala calidad, pero la semilla importada le garantiza al productor mayor rendimiento”.

Peligro inminente

En los últimos años, el Gobierno ha tenido el control de las divisas, donde el principal afectado es el sector empresarial. Para el exdecano de la facultad de Agronomía de la universidad del Zulia, hasta la fecha existen deudas de 2016 con proveedores. “Hay un peligro inminente de que las semillas importadas no lleguen a tiempo, salvo que se habiliten vías excepcionales para que estén aquí antes de 55 días”.

Esta incertidumbre toca la puerta de millones de hogares en el país. Unos se han visto en la obligación de sacar la harina precocida de su listado de compras regulares porque los excesivos costos golpean fuertemente sus bolsillos. Tal es el caso de Ada de Machado, una señora de 60 años, que reemplazó la harina de maíz por yuca. “Me reinventé, ahora machaco la yuca y la convierto en una masa, así preparo mis arepas porque la harina en la calle es pa’ ricos, ya no se puede comprar ni de vez en cuando”.

Cosecha insuficiente

El maíz blanco que se cosechó durante el 2016, solamente alcanzó para cubrir las necesidades del mercado venezolano hasta el mes de enero de 2017, asegura el experto agrónomo. “El maíz que están procesando las empresas de harina precocida es maíz importado. Desde este febrero y hasta septiembre, que se vuelve a cosechar, dependerán de las importaciones de maíz blanco que haga el Gobierno nacional, que siempre han sido deficientes”.

El profesional del campo asegura que se necesitan aproximadamente un millón seiscientas mil toneladas de maíz blanco en Venezuela, para producir la harina precocida que requiere el país, además, dijo que el Gobierno en este 2017 debería estar importando entre 60 y 70% de la demanda, si pretende cubrir todo el abastecimiento del mercado. 

El consumidor venezolano se niega a desaparecer de sus mesas la arepa, que considera parte de su historia. La desean tener siempre en la mesa, por lo menos en dos de los tres platos diarios. Las señoras Ana de Godoy y Ada de Machado reclaman con vehemencia al Estado y lo culpan del “desastre” económico que bajo su óptica está “matando al pueblo” y “quitándole algo tan básico como lo es una arepa bien caliente” que no faltaba en la mesa del comedor.

Promesas del Gobierno 

El profesor Werner trae a memoria que en 2016, el Gobierno prometió sembrar 750 mil hectáreas y solo se cosecharon alrededor de 420 mil. “Apenas se logró 60% de lo planificado. Si el Gobierno este año no agiliza el proceso de importación de semillas, escasamente se llegaría a cosechar un 10 o 20% de la superficie de siembra que se tiene estimada, esto significaría la quiebra del sector maicero venezolano”. Cuestionó que el precio fujado en el mes de enero 2017 fuera de 200 bolívares por cada kilogramo de maíz blanco, a su juicio, esto generó un desestímulo a los trabajadores del sector. Advirtió que los productores de maíz blanco se desplazarán hacia el mercado de maíz amarillo, puesto que el mismo está fuera de regulación y les permitirá un mayor ingreso y más rentabilidad, lo que garantiza una escasez incrementada para este año.

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