La tuberculosis ronda entre la pobreza

“Estoy viva de milagro. La tuberculosis casi me mata”, cuenta Adriana Morán. Recibió su diagnóstico en agosto del año pasado. Recostada a uno de los pilotes de su palafito, en el sector La Puntica, de Santa Rosa de Agua, deja ver su delgadez, consecuencia del virus.
Para los médicos que la tratan, que esté viva es un milagro, cuenta la joven de 26 años y madre de dos pequeños de 9 y 3 años.
“Estuve tres meses con fiebre, tosía y botaba sangre, rebajé como 15 kilos”, relata, pero no sabe cómo contrajo la enfermedad.
Adriana recibe su tratamiento en el Ambulatorio Santa Rosa de Agua I. Está en la segunda fase y su mejoría es notoria. Ya no debe usar tapabocas, pero el control de sus pequeños y familiares es frecuente, para descartar.
Richard Hill, secretario de Salud, asegura que el brote en el sector se debe a la manera en cómo viven los habitantes, entre basura y bacterias provenientes del agua contaminada del Lago de Maracaibo.
Señaló que la atención personalizada de los pacientes con tuberculosis en el Zulia es efectiva, a pesar de no tener un balance oficial de la cantidad de diagnósticos.
“Siempre tenemos casos, pero hay barreras epidemiológicas, están en constante control y eso di- culta que se generen grandes epidemias”, apunta el galeno.
Para el 2016, tan solo el oeste de la ciudad, abarcado por sectores deprimidos en su mayoría, fue foco de un alarmante brote con 120 casos confirmados en La Victoria.
En zonas como estas, donde la desnutrición y la insalubridad hacen mella, la tuberculosis ronda campante entre los habitantes.