El diario plural del Zulia

Vencer no es convencer, por Manuel Ocando

La palabra falacia tiene dos significados: Engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien, y la otra, hábito de emplear falsedades en daño ajeno. Si nos introducimos en el campo de la de la filosofía, una falacia es un argumento que, por su forma o contenido, no está capacitado para sustentar una tesis. Mauricio Beuchot dice en su análisis “Argumentación y Falacias en Aristóteles” que “las falacias son doblemente nocivas y perniciosas: primeramente, por ser inválidas, pero, sobre todo, porque se disfrazan de validez, y con ello el engaño que producen se vuelve más difícil de detectar y evitar.

Cuando se trata de argumentar para convencer, debemos respetar ciertas reglas para que las posibles conclusiones sirvan a la verdad y no a los intereses de quien o quienes debaten. Al común de las personas serias le desagradan de sobremanera las falacias porque son utilizadas por personas que basan sus argumentos en proposiciones que no responden a hechos reales y demostrables y que no dan su brazo a torcer frente a razonamientos fundados en torno a premisas que sí son reales. Convencer supone un proceso activo, racional y reflexivo, mientras que la persuasión da cuenta de un proceso inverso, irracional, pasivo e irreflexivo, que deposita la totalidad de la carga de la acción en aquel que busca persuadir.

Algunas falacias se cometen intencionalmente para tratar de vencer o para tratar de manejar a los demás, como es el caso de las argumentaciones esgrimidas por el gobierno y su leguleyos en su afán de aprobar por parte del TSJ el presupuesto nacional y descalificar la competencia que tiene la recién legitimada Asamblea Nacional En ambos casos es reprobable y más cuando vienen de la más alta posición de la dirección del gobierno y, en el caso de Venezuela, porque aquí hace mucho tiempo no existe la separación de poderes.

Los que vencen, venzan de la manera que venzan, nunca tienen vergüenza. La frase es de Maquiavelo. Y mucha gente sin escrúpulos la hace suya. Son aquellos que creen que el vencedor siempre tiene razón. Son aquellos que no se cuestionan las formas de obtener la victoria y los medios utilizados para tal fin. Para esa gente la arrogancia del vencedor lo hace desvergonzado, privándole del sentido crítico y del remordimiento de haber utilizado cualquier método para vencer.

Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el animadversión y el resentimiento que no deja lugar para la compasión y la humildad. Hay eventos en la historia que sorprenden por su semejanza. “Venceréis pero no convenceréis” es una frase muy conocida y de mucha importancia histórica. Proviene de un encuentro dialéctico entre el rector de la universidad de Salamanca Don Miguel de Unamuno, y el militar franquista Millán Astray. Fue en la inauguración de este centro universitario, en octubre de 1936, recién iniciada la Guerra Civil española. El entonces Rector, Don Miguel de Unamuno expreso: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho”. Un acto que le supuso al rector ser recluido en su casa de Salamanca hasta su muerte, dos meses y medio después. Hoy decimos quienes no estamos de acuerdo con los desafueros de este gobierno. Vencerán pero no convencerán.

 

 

 

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