El diario plural del Zulia

Ramón Guillermo Aveledo | Mundo convulsionado, déficit de liderazgo

El mundo entero vive tiempos muy difíciles. Varios conflictos muy obvios y sonoros complican un cuadro con tensiones múltiples y ciertos males crónicos que desaparecen del primer plano pero existen, con daños objetivos para gente de carne y hueso. La voz sensata, firme de León XIV se siente como un clamor en el desierto.

La guerra entre Israel y Hamas, iniciada por la agresión de esta organización y la Yihad Islámica al estado judío cuando su pueblo celebraba la festividad religiosa de Simjad Torá va para dos años. Tras mil doscientos muertos y cientos de rehenes por ese ataque de octubre de 2023, ya el estimado total de muertes ronda los dos mil israelíes y del lado palestino más de cincuenta mil, 2.1% de su población al inicio del conflicto, según BBC, sin contar los heridos ni los desplazados. Entre los escombros de la casas, edificios y vías en la franja de Gaza las estremecedoras escenas de la gente dándose empujones por la comida, el insólito bloqueo a la ayuda humanitaria en una violencia que parece insaciable ¡El hambre como arma!

Pasa los tres años la guerra entre Ucrania y Rusia, originada en la invasión rusa a suelo ucraniano empezó en febrero de 2022, una nueva y cruenta fase de un conflicto que arranca en 2014 en Crimea y Dombás. El número de víctimas es impreciso, varía mucho según la fuente, pero cálculos internacionales ubican en más de un millón los combatientes muertos de uno y otro lado, en número mayor los rusos, mientras que en cuanto a civiles es lo contrario. Los desplazados sobrepasan los siete millones, el número de heridos y desparecidos es también enorme.

El cese al fuego en la “Guerra de los 12 días” entre Israel e Irán, con participación de Estados Unidos, aunque mantenga la tensión, da un respiro a un mundo que estuvo angustiado por el factor nuclear presente en ese conflicto en el que todos reclaman la victoria. De la voz oficial original de Washington de la “anulación total” de la capacidad iraní para poseer armamento nuclear hasta otras versiones que hablan de serios daños en ningún caso definitivos a ésta hay un amplio margen para la duda. El director de la IAEA declara que el organismo “sigue vigilando de cerca” la evolución, pero nada pudo impedir que las cosas llegaran al punto de unos desarrollos avanzados, no se sabe hasta donde, de la capacidad nuclear de Teherán y los ataques de los gobiernos israelita y estadounidense, cuando los cancilleres europeos viajaban de un lado a otro buscando solución a la crisis.

En todo esto Naciones Unidas y además su agencia especializada la IAEA han quedado pintadas en la pared, sin capacidad para prevenir, evitar o responder eficaz y oportunamente, como el planeta necesita que lo hagan.
Los tres casos referidos, dos en el Oriente Medio y otro en Europa Oriental son protuberantes pero no únicos. La alianza atlántica está en problemas. En Norteamérica, las relaciones USA-Canadá caminan sobre hielo fino y al otro lado del océano a los europeos les resulta cada vez más incómodo entenderse con Trump.

El acuerdo de la OTAN para un incremento del gasto en defensa en los países aliados se ve como resultado de la presión estadounidense, cuya “Presidencia Imperial” no es un invento del actual mandatario, pero sus modos toscos y su singular “diplomacia del bullying” la acentúan con tinte de reality show. Cómo y cuándo administren otros actores de peso las ventajas derivadas es asunto diferente y uno no sabe si adecuadamente comprendido a orillas del Potomac.

El mundo no es solo los grandes, aunque la voluntad de éstos para asumir y cumplir compromisos sea fundamental. Dos datos de nuestro interés directo nos merecen especial atención. Los informes y advertencias del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos pasan internacionalmente por debajo de la mesa y terminan siendo relativamente poca la incidencia real, como más allá de declaraciones, ocurre con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), también organismo especializado de la ONU, fundado antes que esta, en 1919 al fin de la Gran Guerra y con la particularidad única de reunir gobiernos, trabajadores y empleadores.

Es muy difícil no admitir que el sistema internacional organizado al fin de la II Guerra Mundial está en entredicho y más allá, que la vigencia del Derecho Internacional Público como marco jurídico para las relaciones entre los estados y la resolución controversias está, por decir lo menos, bastante debilitada.

Esas no son buenas noticias para todos, en particular para países como el nuestro, de modesta significación mundial y por lo tanto más requeridos de un orden para no estar a merced de la fuerza. No se trata propiamente de una novedad, pero su agudización y la multiplicación de focos de tensión y problemas no resueltos ensombrecen el panorama, máxime cuando no se ven líderes a la altura de esos desafíos.

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