Ramón Guillermo Aveledo | Elecciones municipales

Es lugar común decir que la democracia empieza en el municipio, pero es una verdad del tamaño del Pico Bolívar, lo digo tras dos amaneceres con la vista espléndida de la Sierra, a mi regreso de una visita a Mérida en su capital, Tovar y El Vigía, donde el espíritu de comunidad se siente, se respira. Y en el municipio empezó la República, no sólo porque el 19 de Abril de 1810 fue el Cabildo caraqueño, el que dio el primer paso en firme en la que sería la aventura de construirla. Los historiadores van más allá. Joaquín Gabaldón Márquez considera al municipio la “raíz de la República”. Para Don Mario Briceño Iragorry es “primera expresión de la voluntad autonómica”. La autonomía municipal es para Andrés Eloy Blanco, “de los principios tradicionales y salvadores de la nacionalidad”.
Cuando hice un mensaje por la red X afirmando esa verdad indiscutible: “El municipio es la raíz de la República”, no faltó quien me informara que ya no teníamos república. A riesgo de los insultos predecibles, advierto que si obviamente me doy cuenta del deterioro de nuestra institucionalidad y de la honda desconfianza popular en ella, no me parece lícito rendirme en la resignación o posponer toda aspiración social por condicionarla al monotema, para lo cual se supone que deberíamos renovar cierto pagaré. Con más razón hay que defender la idea republicana que nos legaron Bolívar y los próceres y que ha tenido defensores que nos enorgullecen y nos comprometen en estos dos siglos y pico de azarosa trayectoria nacional.
Que la convocatoria a elegir alcaldes y concejales haya sido precipitada al extremo, es síntoma protuberante del desprecio del poder por la vida local e indicio fortísimo de que lo que se pretende es repetir agravado el escenario de 25 de mayo: desconfianza en el voto y desencanto cívico, abstención política estimulada por la tóxica combinación de arbitrariedad arriba, centralismo patológico en las decisiones y comodidad de surfear sobre la ola en vez de atreverse a conducirla, dispersión de un escaso voto alternativo, para que en consecuencia, una minoría social se quede con la abrumadora mayoría de gobiernos locales.
Pero esta vez la decisión tiene consecuencias mucho mayores en la vida de la gente. Casi la mitad de los municipios del país está gobernada por alcaldes no oficialistas, porque en 2021, a pesar de los pesares, el primero de los cuales fue la oposición dividida, los ciudadanos decidieron que defender sus comunidades era prioridad frente al avasallante centralismo ineficaz disfrazado de “comunal”. La repetición en julio de la película de mayo no sería una derrota para el poder impopular, sino para las comunidades municipales, los vecinos de barrios, urbanizaciones y cascos urbanos que se anotarían un autogol más costoso que ese de Bolivia en Maturín.
“Los municipios constituyen la unidad política primaria de la organización nacional” reza el artículo 168 de la Constitución. Antes, los artículos 157 y 158 trazan una ruta descentralizadora, al definir la descentralización como estrategia nacional para “profundizar la democracia, acercando el poder a la población y creando las mejores condiciones, tanto para el ejercicio de la democracia como para la prestación eficaz y eficiente de los cometidos estatales”.
La lógica de la pauta constitucional enlaza con la historia y con la realidad. No sólo aquí y ahora, es una verdad clásica.En El Antiguo Régimen y la Revolución publicado en 1856, dos décadas después de La Democracia en América Alexis de Tocqueville escribió que “La administración local tiene un contacto diario con (los ciudadanos); toca continuamente sus puntos más sensibles; influye en todos los pequeños intereses que forman parte del gran interés que se pone en la vida; es el objeto principal de sus temores y también de sus esperanzas más queridas; los mantiene vinculados a ella por una infinidad de lazos invisibles que los arrastran sin que se den cuenta”.
Pero la República y la Constitución no se defienden solas, tampoco tu comunidad ni la democracia que empieza por ahí, ni tus intereses. Defender todo eso comienza por votar.