El diario plural del Zulia

Ramón Guillermo Aveledo | Recordar

Leo las memorias de mi amigo y compañero en la idea humanista cristiana Oswaldo Álvarez Paz. Lo que debo contar, las titula. En nuestra familia político-doctrinaria la noción de deber está siempre, tendemos a preferir decir que debemos a queremos, puede que nos cueste reconocer el deseo. Acaso sea bueno reflexionar sobre los motivos de esta insistente inclinación.

El género autobiográfico, muy común en el extranjero, es inusual entre los políticos venezolanos. Hasta donde puedo recordar, Oswaldo es el primer líder socialcristiano del máximo nivel, miembro por años de Comité Nacional, candidato presidencial, presidente de la Cámara de Diputados y gobernador del Zulia por elección popular, que se atreve a un ejercicio poco ensayado por sus pares. Tiene mérito.

Tal vez por una escasa propensión a retirarse, lo que aconseja evitar herir susceptibilidades, las memorias de políticos y gobernantes venezolanos han sido rarísimas, como las de Páez. Rómulo Betancourt que tanto escribió, no dejó memorias. Tampoco Leoni o Jóvito Villalba. A Caldera y a Luis Herrera que escribieron mucho, no les atrajo la idea. Lo sé porque se los pregunté. Uno no se imagina a Pérez con la paciencia para sentarse a escribir, con el periodista Ramón Hernández aceptó una serie de entrevistas publicadas como Memorias Proscritas. Algo parecido hizo, pasados los noventa de edad, Octavio Lepage con Javier Conde. Lorenzo Fernández no escribió memorias, tampoco creo que Eduardo Fernández tenga planes al respecto.

De Pompeyo Márquez, ya fallecido, publicó su hijo Iván en años recientes un tomo que combinaba recuerdos personales del prócer de la izquierda con testimonios ajenos. Hace mucho, Jorge Dáger publicó Testigo de Excepción, con memorias básicamente de la lucha clandestina contra la dictadura militar 1948-58. De varios tomos fueron las publicadas en vida por Enrique Tejera París y Américo Martín, distintos en la filiación política y en las experiencias, ambos muy conversadores. También en vida, a Ramón Escovar Salom publicó Cuadernos de Ensayo y Error sobre sus años mozos y ya más cercana su partida, sus Memorias de ida y vuelta. Lejos del poder, publicó las suyas por entregas en El Mundo, Laureano Vallenilla, Escrito de Memoria, si mal no recuerdo, en el fondo para ajustar cuentas personales.

Otros, como Burelli Rivas, político de fino cálculo, prefirieron publicar sus memorias En primera persona, cuando ya se habían marchado. Las de Gumersindo Torres, excepcional funcionario, primer Contralor General de Venezuela, de reconocida probidad, se publicaron póstumas con base en sus apuntes que dejó “Escritos para mis hijos”.

Volviendo al libro de Álvarez Paz, destaco su autenticidad, porque se parece a él. Su prosa directa, sencilla, no tiene trucos. Puede uno tener apreciaciones distintas sobre los hechos, algunos de los cuales me tocó vivir, más de una vez no compartimos posiciones en la vida interna partidista, pero en sus páginas está retratado honradamente el hombre, sus ideas, su visión de nuestro país y nuestro tiempo. Eso se agradece.

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