Editorial | Repensar en el país

Los últimos acontecimientos políticos en Venezuela nos obligan a detenernos y enfocar nuestras mentes y corazones en el país.
La persecución de quienes piensan diferente, unas elecciones sin ilusiones en clave de simulación democrática, un Gobierno hipertrofiado de poder abusivo y una oposición falsa, desconectada y negociadora con el Miraflores que afirma enfrentar.
Conflictividad social, división de familias, controles de poderes, desviaciones de valores y utilización de la política para fines personales, grupales, familiares y de negocios.
Así camina el país hoy, entre tragedias y una destrucción sistemática del Estado de Derecho, la causa más clara del pecado original de los partidos que se erigieron como los constructores de la democracia, Acción Democrática y Copei.
Esas grandes organizaciones que, después de haber logrado modernizar el sistema político venezolano, terminaron desgastándose enquistadas en el poder y reemplazaron el capital humano de altura por capital económico.
No vieron que el país necesitaba modernizar toda una sociedad y creyeron que el poder les duraría para siempre.
Y entonces llegó Hugo Chávez, una historia que ya bien conocemos.
Pero, ¿esta nación sumida en la desidia es lo que merecemos los venezolanos? Estamos convencidos de que no.
El problema más complejo hoy es precisamente diseñar la fórmula para una transición que frene el desangre del país, que está a punto de llegar a 10 millones de venezolanos en éxodo forzado, hiperinflación, hambre y miseria.
¿Alguien gana con las elecciones del domingo?
No hablemos de ganadores, hablemos de los perdedores, que son más. Son los millones de venezolanos dentro y fuera que no encuentran, ni tampoco hallarán en el acto electoral dominguero, un verdadero camino a una transición.
¿Y con la muerte de la democracia quién gana?
La detención de Juan Pablo Guanipa es la más reciente expresión de ello, su detención y la de miles de presos políticos, las violaciones al debido proceso, el aplastamiento del contrario…
Así perdemos todos. No hay dudas.
Desde este Diario se han confrontado ideas con Juan Pablo, pero siempre dentro del marco del respeto, desde nuestra empresa periodística, y él desde su ideario político.
Esto es lo mejor de la democracia que se alimenta de diversidad de opiniones y visiones. Y el periodismo no está fuera de la ecuación.
Pero en pleno siglo XXI, estar preso por pensar diferente no es aceptable.
No es lo mismo un preso político, anulado por su pensamiento, que un político corrupto preso.
A Venezuela la ha desangrado el robo descarado de políticos que viven como reyes dentro y fuera del país, con bienes de fortunas que jamás podrían justificar, y no estamos reduciendo esto a un solo sector político sino a todos, así como a funcionarios públicos que, sin ser políticos o empresarios, se han beneficiado ellos y sus generaciones saqueando el mejor país de América.
¡Basta ya!
Ese modelo corrupto es en parte lo que pondrá cara a candidatos en toda la geografía nacional en los comicios del domingo. Así lo decimos.
Y es por ello que cobra aún más fuerza la necesidad de articular la transición.
Basta ya de seguir creando parcelas dentro del sector oficialista o de los que hablan en nombre de la oposición.
Está ganando la corrupción política, está ganando la desgracia del país, está ganando la miseria material y humana, está ganando la mortalidad infantil, está ganando la mortalidad de nuestra gente en las puertas de los hospitales, está ganando la crisis de la educación.
El día que los políticos multicolores lo entiendan será un gran avance.
¿Quién cree usted, amigo lector, que mañana va a ganar? ¿La oposición o el gobierno?
Políticamente ambos ganarán, obviamente el oficialismo barrerá y dejará espacios a una oposición controlada para seguir con aquello de la simulación ante el mundo.
Las calles estarán seguramente silentes. El domingo, sin ilusión alguna, será otra muerte anunciada en la política venezolana.
El país seguirá aislado del mundo mientras la represión continúe, mientras se multipliquen los presos políticos y la población deje de creer e ilusionarse con las urnas de votación.
Es la hora de una transición. Pero sincera, sin pase de factura, sin resentimiento, sin odio y pensando en el maravilloso país que tenemos.
Muchos países han vivido tragedias similares a la nuestra, pero sus mejores hombres y mujeres lograron convocar a la unidad nacional para ir al futuro.
Pero no más Noruega, Barbados o República Dominicana.
Es hora de cerrar el paso a diálogos de cartón como los de Noruega, Barbados o Dominicana, es hora de bloquear a los actores de la traición venezolana.
La propia María Corina Machado debe abrazar ya la idea de un reencuentro nacional.
Con su liderazgo en nombre de la oposición real debe trabajar para girar los mecanismos que logren un pacto sólido a la transición.
Y que esta tierra de un millón de km² de riquezas únicas pueda salir de las tinieblas y enrumbarse a la modernidad.
Es hora de repensar el país.
Carlos Alaimo
Presidente Editor