Ramón Guillermo Aveledo | El parlamentario Luis Herrera, íntegramente venezolano

La concentración de poder, tentación recurrente en la historia del mundo y del país, es muy mal negocio para la sociedad. Nadie quiere un poder impotente. Lo requerido es un poder que funcione sin alejarse de su naturaleza esencial de servicio. Servicio para todos. La respuesta democrática a ese problema es el poder responsable, distribuido, controlado, a lo cual agrega el componente de la participación del pueblo, no solo en la elección, sino durante la gestión.
En el diseño del poder democrático está un parlamento que represente, legisle y controle. Al Presidente de la República, jefe del gobierno y jefe del Estado, la tradición cultural nacional que es más presidencialista que las constituciones, atribuye un poder inmenso. Pero confundir al Presidente con el Estado y a su voluntad con la de la nación ha tenido consecuencias indeseables, innecesarias de explicar demasiado, porque las hemos padecido en carne propia.
Luis Herrera Campíns, quien fue Presidente de la República entre 1979 y 1984, fue parlamentario durante veinte años. Tres veces Diputado y una Senador por el estado Lara, desde 1958 hasta 1978. En 1963 fue electo también para el Senado por su natal Portuguesa, pero optó por la diputación para seguir en su responsabilidad de director de la fracción parlamentaria socialcristiana en una etapa crucial de la consolidación democrática, cuando su partido salía de la coalición de gobierno y mediante la línea de “Autonomía de Acción”, fue deslizándose hacia el papel de alternativa que se concretaría en la siguiente convocatoria electoral, cuando sería electo en 1968 Rafael Caldera Presidente por primera vez.
Con motivo de su Centenario me tocó organizar un libro sobre ese trabajo, tan intenso como importante titulado Luis Herrera Campíns, Vida Parlamentaria, con presentación el martes 20 en la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, disponible gratuitamente en la red, en los portales www.eticacivica-ab.com y https://www.ucab.edu.ve/catedra-libre-andres-bello/. En sus dos volúmenes, la obra muestra no sólo la labor del diputado y senador Herrera, uno de los grandes protagonistas en el Congreso de su tiempo, sino el nivel de aquellos debates, a veces reflejo de una confrontación dura, otros escenarios de un consenso buscado y logrado, siempre a base de responsabilidad. Respeto a sus votantes, al adversario y al país todo, al que se debe servir.
Subrayo el respeto al adversario político. La democracia no es una guerra, la política es lo contrario a la violencia. Con el adversario se discute, se le trata de convencer y en una competencia con reglas, se busca vencerlo, pero no eliminarlo. El adversario no es enemigo. La vida parlamentaria es una convivencia entre gente que discrepa, que compite y que son capaces de la cordialidad e incluso de la amistad.
Además de su trabajo en comisiones (política interior, exterior, agricultura), fuente del material para las plenarias, Herrrera Campíns tuvo doscientas sesenta y tres intervenciones parlamentarias en cámara o en sesión conjunta. La variedad de materias es impresionante: debates políticos y de control, legislativos y constitucionales, derechos humanos, derecho y prácticas parlamentarias, política internacional, libertad de expresión, educación, cultura, deportes, agricultura, economía, presupuesto, reforma tributaria, autonomía universitaria, autonomía municipal, desarrollo regional, reformas de la administración pública, seguridad y defensa.
La víspera de la instalación del primer Congreso de la democracia, el 18 de enero de 1959, Herrera escribió en Panorama, el gran diario marabino que siempre acogió sus columnas, “La tarea de legislar, sobre todo en etapa tan difícil como la actual, requiere hacerlo en vista de la totalidad nacional y no de las fracciones por separado.” Prometió ir con propósito “íntegramente venezolano” y cumplió. Quede como testimonio y ejemplo para los parlamentarios por venir.