Antonio Pérez Esclarín | Cien años de presencia marista en Venezuela

El 16 de septiembre de 1925, llegaron al puerto de Maracaibo, procedentes de España, cinco hermanos maristas para fundar el primer colegio católico para varones en esta generosa tierra zuliana, lugar que eligieron para iniciar su misión educativa y evangelizadora en Venezuela. Si su nombre marista, nos lleva directo al corazón de María, y nacieron como los hermanitos de María, necesariamente, tuvieron que iniciar su labor bajo el manto protector de la Virgen de Chiquinquirá, la muy querida Chinita zuliana, y por ello, bautizaron el primer colegio como Nuestra Señora de Chiquinquirá.
La Chinita a su vez, les prodigó agradecida su apoyo y protección y por ello crecieron pujantes en tierras zulianas con otros cuatro centros educativos en diversos barrios de Maracaibo: Escuela Técnica Ildefonso Gutiérrez, Cecal Hno. Ildefonso Gutiérrez, Colegio Manuel Ángel Puchi Fonseca en Integración Comunal y el Colegio Misael Vílchez en el barro Nuevo Despertar. Además debemos añadir otros tres centros educativos en tierras zulianas: la Escuela Marcelino Champagnat en la Cañada de Urdaneta y el Colegio San Pablo y el CEMACAL (Centro Marista de Formación Laboral) en Machiques.
Del Zulia saltaron a Caracas (Colegio Champagnat), a Maracay (Colegio San José y Escuela Técnica Industria San Marcelino Champagnat), a Punto Fijo (Colegio Juan XXIII), y al Oriente del país (comunidad catequista en Tucupita), y la dirección de la Escuela Granja Santa Catalina en pleno Delta del Orinoco. Tienen además varias casas de convivencias y retiros, y centros de atención a la salud.
La Congregación de Hermanos Maristas fue fundada en Francia en el año 1817, por San Marcelino Champagnat para educar y evangelizar a los niños y jóvenes más necesitados que no tenían acceso a la educación. Hoy los maristas están presentes en 79 países de los cinco continentes, 19 de ellos en Latinoamérica, con una gran variedad de programas educativos en escuelas primarias, secundarias, industriales, universidades, orfanatos y centros de acogida.
En la Congregación marista todos son hermanos, es decir, no hay sacerdotes. Incluso en la selección de aspirantes, buscan personas que no aspiren al sacerdocio, para garantizar que su vocación sea fundamentalmente educadora, y puedan entregarse por completo a formar “buenos cristianos y ciudadanos virtuosos”, objetivos que les señaló su fundador. Es decir, promover una educación integral que enseñe a vivir, a convivir y a servir; que forme personas honestas y respetuosas, ciudadanos activos y solidarios y cristianos comprometidos en acompañar a Jesús en la misión de establecer el Reino, es decir, una sociedad justa y fraternal, con especial predilección por los más carentes y necesitados, no porque sean mejores, sino porque necesitan más y por ello tienen un lugar privilegiado en el corazón maternal de Dios.
Si San Marcelino Champagnat insistía en que para formar bien a los niños y a los jóvenes se necesita sobre todo “amarlos y amarlos a todos por igual”, su pedagogía, nacida del amor, tiene como características esenciales la sencillez, humidad y modestia (las tres violetas), el espíritu de familia, el amor al trabajo, el cariño a María para ser y actuar en todo como ella, y la presencia, rasgo muy distintivo de la pedagogía marista. Presencia permanente junto a los alumnos para estar siempre disponibles, en actitud servicial, y así brindarles el apoyo que necesitan. La sola presencia del educador junto a sus alumnos produce paz, seguridad, impide la violencia y el bullying, facilita el orden, la disciplina, la convivencia, el ambiente de trabajo. Presencia preventiva que San Marcelino asimilaba a la del ángel de la guarda, para estar juntos en el momento y el lugar oportunos y así evitar los peligros, calmar las tensiones y proteger a los débiles.
Entre las diversas actividades programadas con motivo del centenario, pues la celebración se extiende desde el 5 de octubre, día en que abrió sus puertas el Colegio Chiquinquirá, hasta el 5 de octubre de 2025, organizaron un Congreso educativo del 3 al 5 de abril, en el Chiquinquirá de Maracaibo. El Congreso evidenció la preocupación de los maristas por la formación permanente de su personal y por transformar la educación para que responda a las inquietudes de los jóvenes y contribuya a humanizar las sociedades. Al Congreso asistió el Superior General y el Provincial de la región norandina, varios hermanos, invitados especiales, exalumnos y todo el personal de sus colegios de Maracaibo.
En el Congreso hubo conferencias, exposición de experiencias innovadoras, mesas de trabajo, un espacio muy rico de interioridad y un foro. También se aprovechó para releer el carisma marista a la luz de los tiempos actuales y entre otras cosas se insistió en la necesidad de incorporar crítica y creativamente las tecnologías, de modo que contribuyan a una formación verdaderamente integral, lo que exige no sólo capacitación técnica, sino también pedagógica y espiritual, para convertirlas en instrumentos de verdadera humanización. Y en línea con el objetivo de formar ciudadanos virtuosos, hoy están promoviendo un estilo de gobierno que asuma un liderazgo profético y de servicio, que promueva la vida y la misión maristas.
Junta a ello, se comprometen a identificar y formar, tanto entre los laicos como entre los hermanos, y en todos los niveles, auténticos líderes de servicio, ejemplos de vida, empáticos, resilientes, enamorados de la misión y el carisma marista, con gran capacidad de escucha y de comunicación asertiva, que ayuden a desarrollar todas las potencialidades de cada persona.
Es mucho lo que Venezuela le debe a los maristas y sólo nos toca agradecer su trabajo y entrega, y pedirle a Dios y a la Virgen que los siga bendiciendo con su espíritu y amor para que en los próximos cien años continúen sembrando con entusiasmo y generosidad, vida y amor a Venezuela.