El diario plural del Zulia

Simón García | La Desesperación

El régimen se ha mantenido en el poder sin alternabilidad. Por su naturaleza autoritaria y opresiva, pero también por el desempeño errático de la oposición.

En esta destacan cuatro conductas políticas hundidas: reducir a la oposición a una fuerza sin propuestas; conducirla al terreno de la insurgencia con acciones de poder paralelo; presentar el cambio como un acto instantáneo, con absoluta exclusión de aquellos que considera adversarios y alimentar la devota necesidad popular de contar con un líder único que decida todo en sustitución de los ciudadanos. Un indicador del déficit democrático que, sin darnos cuenta, nos ha transferido el autoritarismo.

Por primera vez la relación de fuerzas muestra una abrumadora ventaja electoral de la oposición y a Maduro rodeado de un rechazo muy difícil de superar.

Las cúpulas que conforman el poder sienten que pueden perderlo y con falta de sentido de la realidad corren hacia el callejón sin salida de la represión y tras la ilusión que podrán ganar las elecciones creando unas pasajeras burbujas de mejoras sociales. Se niegan a reconocer que el país les exige cambios de fondo.

La desesperación que les produce el riesgo de perder el gobierno, una alternancia normal en democracia, en vez de conducirlos a un viraje político, los extravía en un plan de inhabilitaciones para sacar del juego a competidores que le puedan ganar sobradamente, como es el caso de María Corina.

Se dejan tentar por el espejismo nica-absolutista de Ortega y desatienden los consejos de sus gobernantes amigos. Están perdidos y desesperados porque no encuentran cómo dejar de caminar hacía su dead line.

Pero la decisión sobre el destino del país no solo es asunto del gobierno. Una oposición responsable debe alejar al país de los barrancos y empeñarse en ensanchar las rendijas de una transición hacia la paz y la recuperación de producción con justicia social.

Hay que despertar en todos los venezolanos el sueño y el compromiso de volver a vivir en un país que sea una casa de todos y para todos.

El futuro está del lado de la convivencia, no del lado de la furia.

La contribución de la oposición es la de comenzar a ser una fuerza de cambio con propuestas para unir al país, reconstruir la economía sobre nuevas bases y conquistar libertad.

Si el gobierno se empecina en imponerse como sea, hay que ir a votar.

Si el gobierno saca arbitrariamente a María Corina del juego electoral, hay que ir a votar.

La exclusión arbitraria de María Corina en vez de crear un vacío debe abrirle paso a una fórmula unitaria, cuya victoria sea reconocida, en primer lugar porque puede ser compartida como un triunfo sin exclusiones ni revanchismos. En segundo lugar porque genere confianza en que gobernará para cambiar con estabilidad y respaldo de las instituciones.

Venezuela necesita un verdadero gran acuerdo nacional y plural para volver a la democracia.

El gobierno podrá cercenar el derecho a nuevos competidores, pero hay que salvar la vía electoral y mantenerse en ella porque hay mayoría para cambiar de gobierno. Este es el objetivo estratégico, las candidaturas son el medio.

Venezuela necesita un liderazgo que al expresar la voluntad de la gente de no dejar que nada ni nadie la saque del proceso electoral, sea un factor de victoria segura el 28 de julio.

María Corina debe pasar a encabezar y ayudar a conformar ese liderazgo y ocuparse de seleccionar un candidato con los mayores acuerdos y respaldos posibles. Ese candidato debe tener capacidad para ofrecerle al gobierno un plan de coexistencia institucional para evitar que la desesperación del poder destruya los remanentes de la democracia.

Una opción de gobierno que pueda ir más allá de las elecciones con la aspiración y el compromiso común de hacer, nuevamente, de Venezuela un país de todos y para todos.

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