El diario plural del Zulia

Antonio Urdaneta // Puntos sobre las íes

Sería una necedad negar que Venezuela está inmersa en una  grave crisis multidimensional. También es cierto que sus  consecuencias son más evidentes en todos los niveles de la  economía nacional. La insuficiente producción de materias primas  para la agroindustria, la apariencia desértica de nuestras zonas  industriales y el descenso en la dinámica comercial, entre otros  factores, han incidido sustancialmente en el agravamiento de la  situación. Este es el panorama más visible. 

Esa es la realidad que toca minuto a minuto a todos los sectores  sociales del país; en especial a la población de menos recursos, la  más vulnerable de nuestra sociedad. Sin embargo, si hurgamos  profundamente sobre ese asunto, es probable que logremos  determinar con más precisión que el origen de la tragedia que  pesa sobre Venezuela podría estar emparentada con el actual  desempeño de los partidos políticos. Para salir de dudas con  relación a esta óptica, vale la pena adentrarse un poco en el tema. 

Efectivamente, la normalización de las estructuras organizativas  en todos los niveles directivos de los partidos, constituye hoy una  necesidad primaria nacional, cuya satisfacción es indispensable  para el desarrollo y el ejercicio político del país. El reiterado  retraso en la legitimación de los cuadros dirigenciales de la  mayoría de las entidades partidistas, ha influido negativamente en  el desenvolvimiento de la clase política venezolana. La ausencia de 

procesos electorales internos democráticos, entre otras  consecuencias de consideración, ha generado un creciente  distanciamiento entre los militantes de los partidos y sus  liderazgos respectivos; uno de los vínculos más importantes y  necesarios a los efectos de establecer y mantener una fluida  comunicación entre un partido político y las comunidades urbanas  y rurales de cada jurisdicción territorial. Por eso el trabajo  partidista de calle hace tiempo que desapareció. 

Otro vacío que ya es demasiado evidente, es la calidad y cualidad del mensaje político. A nadie, o a casi nadie, impacta el discurso  insustancial de la dirigencia partidista; porque dista mucho del

que todavía tienen la esperanza de que sus líderes retornen al  escenario protagónico que una vez ocuparon. Esta carencia es letal  para la vida política nacional, porque automáticamente se  imposibilita todo tipo de comunicación entre los partidos y los  demás sectores sociales. 

Es obvio que, si son deficientes las relaciones a lo interno de las  organizaciones partidistas, muy escasas serán las posibilidades de  dialogar y de entenderse a nivel interpartidista. La prueba más  contundente de esta anomalía política, es la dificultad que ha  prevalecido cada vez que se ha intentado materializar un acuerdo  auténticamente unitario, experiencia que ha resultado un tanto  traumática, sobre todo entre los partidos políticos que se oponen  al actual régimen gubernamental venezolano. 

Fundamentado en esa breve reflexión, sustentado en algunos de  los principales escollos que deberían superar los partidos políticos  y sus liderazgos, pienso que es irrelevante cualquier intento que  se haga en este momento con respecto a candidaturas 

presidenciales para el 2024. Así mismo y como consecuencia de lo  anteriormente expuesto, carece de sentido que en medio de ese  panorama político, que podría calificarse de sombrío, se esté  hablando de elecciones primarias. Un proceso de esta naturaleza  requiere más que el deseo o la necesidad de realizarlo; es  menester que se cubran todos los flancos que pudieron “hacer de  una gracia, una descomunal morisqueta”. 

Con este breve diagnóstico pretendo poner los puntos sobre las  íes; los quebrantos de salud y sus efectos están descritos. La  terapia apropiada corresponde aplicarla a los militantes y  dirigentes de cada partido, con la urgencia que demanda la  situación. Pero la sociedad democrática en general, debería ejercer  la presión que esté a su alcance.

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